Jueves, 28 de Marzo 2024

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Emiliano Monge: un libro se escribe desde la cabeza

En la más reciente novela ‘Justo antes del final’ del escritor mexicano, logra ofrecer un retrato de intimidad y el tapiz intrincado de una época que va de la segunda mitad del pasado siglo a los inicios del XXI

Por: El Informador

En palabras de Monge, “un libro se escribe desde la cabeza; después viene la cosa mecánica, el oficio

En palabras de Monge, “un libro se escribe desde la cabeza; después viene la cosa mecánica, el oficio". EL INFORMADOR / A. Camacho

En palabras de Monge, “un libro se escribe desde la cabeza; después viene la cosa mecánica, el oficio

En palabras de Monge, “un libro se escribe desde la cabeza; después viene la cosa mecánica, el oficio". EL INFORMADOR / A. Camacho

En palabras de Monge, “un libro se escribe desde la cabeza; después viene la cosa mecánica, el oficio

En palabras de Monge, “un libro se escribe desde la cabeza; después viene la cosa mecánica, el oficio". EL INFORMADOR / A. Camacho

La más reciente novela del escritor mexicano Emiliano Monge (Ciudad de México, 1978), ‘Justo antes del final’ (Literatura Random House, 2022), es una  historia donde la protagonista, cerca de la muerte, relata su vida a su hijo y en ese lapso atestiguamos una infancia cargada de temor y la presencia circundante de la locura, una madurez y el peso de los hijos y la profesión; así, de nueva cuenta en el territorio autobiográfico, el autor logra ofrecer un retrato de intimidad y el tapiz intrincado de una época que va de la segunda mitad del pasado siglo a los inicios del XXI.

Así, comenta el autor que, como dicen otros escritores, “la novela se escribe mientras se está escribiendo, creo que es verdad, pero con respecto a la historia, que cambia mucho durante la escritura. Pienso que la escritura parte de una estructura pensada, por lo menos yo; las cosas se fermentan en mi cabeza hasta que tengo clara la estructura y la voz narrativa”.

Sin embargo, Monge no niega que “la estructura también puede cambiar en el camino, pero ya no de manera radical, porque a ella se aferra lo que constituye mi trabajo”.

EL INFORMADOR / A. Camacho 

Proyecto de dos libros

De entre los libros del mexicano “hay dos que parten del material autobiográfico, son ‘No contar todo’ (2018) y ahora ‘Justo antes del final’; cuando hice la primera, siempre tuve claro que eran dos libros, uno de clara carga paterna y otro de la materna, uno sobre las violencias machistas y otro sobre la reconstrucción de cierto universo y la salvaguarda de la locura. Pero son libros muy distintos, ‘No contar todo’ tiene claras las fronteras entre ficción y no ficción, y en la más reciente las fronteras son mucho más permeables, hay más juego y aunque parte de lo biográfico no lo es del todo”.

Y respecto del narrador, “hay muchas decisiones conscientes para un escritor, y otras que no son tanto así”, explica Monge, “pero la intuición es también importante en la escritura, tanto como lo que se piensa. Y con la intuición se cuelan ciertos detalles… ¿Por qué elijo la segunda persona? Primero, se me ocurre que por alejarme de contar todo; después, escojo una estructura tan lineal en el tiempo que, para deshacerlo, la segunda persona trae del pasado al futuro, siempre, algo que rompe el presente. Luego, no quería –como en la primera novela– repetir que el hijo fuera narrador, quería a la madre, la mujer, como protagonista, que siempre trae lo que dijeron otros, se proyecta a través del recuerdo (que tampoco es suyo)”.

Otra diferencia, apunta el escritor, es que ‘No contar todo’ es un libro “racionalizado, con poco espacio para las emociones; ‘Justo antes del final’ es más emocional y, por supuesto, yo no había escrito desde ese lugar, y esa inseguridad es una forma de tratar de volver a unir ese mundo (de las emociones) con la palabra”.

EL INFORMADOR / A. Camacho 

Decisiones y trabajo

En palabras de Monge, “un libro se escribe desde la cabeza; después viene la cosa mecánica, el oficio. Un pinche oficio, la escritura no es más que eso, es trabajo. Así, hubo muchas decisiones de descarte en ‘No contar todo’, porque sabía que correspondían a esta novela, eso fue hace diez años y significa que desde entonces escribía éste nuevo libro, que he estado pensando y, en términos de escritura, se tardó dos años”.

Ahora, en medio de “todo este trabajo”, apunta el autor, “debo reconocer que fue de ayuda mi costumbre de recolectar datos, y siempre pensé que algún día podría utilizar esto en algo, y ahora se dio la oportunidad; tenía eso archivado, por maniático”.

Huella digital

Por otra parte, refiere Monge, “cada libro me ha hecho patente que el escritor tiene una energía para la escritura que es una llama que cada día tiene menos intensidad; eso ha ido cambiando, cada vez paso menos horas ante la máquina. Pero con esta novela sentí que tuve más energías, tal vez porque la estructura la tenía clara, en este libro me pude entregar libremente a la forma, que es lo que más me divierte, eso hizo que gozara la escritura”.

Y, sin duda, establece el narrador, “mantener la tensión fue lo más difícil, el tejido fino entre el recuerdo de la protagonista que se contrapone al de la familia, y después la elección de cómo ilustrar una cosa con otra. Se trata de dos formas le lectura (el de la protagonista y el relato del mundo) que se van acercando, como líneas asíntotas entre las que hay conexiones; eso fue muy demandante, y lo que más me desquició. Pero si te interesa la literatura, la recompensa está y ha estado siempre en la forma; todos los libros que marcan un momento de cambio, de renovación de la literatura, tienen que ver con la forma (que a veces puede ser consecuencia del tema). La huella digital del escritor es la forma”.

EL INFORMADOR / A. Camacho 

MF

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