Viernes, 19 de Abril 2024
Cultura | (Primera parte)

La tarea del novelista: iluminar los claroscuros humanos

Juan Gabriel Vásquez, ganador del Premio de Novela de la Bienal Mario Vargas Llosa, comparte en entrevista el proceso creativo de “Volver la vista atrás”

Por: Jorge Pérez

Juan Gabriel Vásquez. Conmovedor y atrevido, así narra el desenvolvimiento de los personajes en su novela. ESPECIAL/Bienal Mario Vargas Llosa

Juan Gabriel Vásquez. Conmovedor y atrevido, así narra el desenvolvimiento de los personajes en su novela. ESPECIAL/Bienal Mario Vargas Llosa

El autor colombiano Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973) ganó la cuarta edición del Premio de Novela de la Bienal Mario Vargas Llosa, con su libro “Volver la vista atrás” (Alfaguara). Su novela se basa en la vida del cineasta Sergio Cabrera y su familia. Hijo de un exiliado español, con una formación en la china maoísta y una temprana militancia en la guerrilla de Colombia, la vida de Sergio le sirvió a Vásquez para explorar en la ficción los procesos de las ideologías, además del transitar humano de alguien envuelto en las ideas revolucionarias.

Luego de recibir el premio de la bienal el pasado septiembre en Guadalajara, Juan Gabriel platicó en entrevista sobre su obra: “Fueron siete años de conversaciones, destiladas a unas 30 horas de conversaciones grabadas, mucha documentación, mucha investigación para reconstruir esos episodios que los personajes vivieron en la guerra civil española, en China, en la selva colombiana. La abundancia de vida que tienen era un reto para mí”.

A través del testimonio de Sergio, con quien tiene años de amistad, el escritor pudo comprender las motivaciones de los protagonistas de la historia: “Pude meterme en la cabeza de Fausto Cabrera, el padre, cuando tiene 15 años y pasa hambre en República Dominicana como joven español exiliado; meterme en la cabeza de Sergio cuando está en la China de Mao, descubriendo una radicalización, sus lealtades en esta ideología en la que está hundido, en maoísmo; meterme en la cabeza y las emociones de su hermana Marianella cuando recibe un tiro por la espalda en la selva colombiana. Era importantísimo tratar de contar esas historias desde los personajes, no como un testigo que recibe unas memorias y las reformula, invitando al lector a un acto de imaginación moral”.

Un eje central de la novela es la relación de Sergio con su padre, por ello el relato empieza con la muerte de este, en un momento clave en la vida del cineasta: “La importancia de esos días en 2016 cuando Sergio acaba de perder a su padre, su matrimonio está en crisis y el plebiscito sobre los acuerdos de paz en Colombia. Todo eso lo lanza a una triple crisis, a un cuestionamiento muy profundo. No es algo que me hubiera contado, me di cuenta de que era así cuando hablaba de otras cosas. Ahí fue cuando supe que debía contar todo esto a partir de los conflictos con el padre, y el proceso ideológico y vital. Le pareció bien, fue como si descubriera algo: hablar conmigo fue como descubrir que eso le estaba pasando”.

Por eso el proceso de hablarlo fue una especie de catarsis para Cabrera: “Totalmente. Hay un momento muy conmovedor, cuando revisábamos el manuscrito. Se lo di para que lo leyera, lo enmendara, lo censurara, para que se arrepintiera de haberme contado algo. Mi objetivo no era herir a nadie ni molestar. Le di derecho a vetar cualquier cosa. No solo no usó ningún derecho de veto, no cambio ni quitó nada, sino que la lectura le iba sugiriendo nuevas memorias, recuerdos hundidos. Le permitían cosas extraordinarias, es lo que quería responder: Sergio tomó un diálogo entre él y su padre en la novela y me pidió añadir otras palabras, luego otras en otro diálogo. Me di cuenta de que lo que estaba haciendo era usar mi libro para decirle a su padre cosas que no se había atrevido a decirle en vida, que no había podido por su temperamento, por cualquier razón. Ahora utilizaba mi libro para decírselo sobre la página. Eso me pareció muy conmovedor”.

Como autor y ser humano, presenciar esta suerte de epifanía significó ver también nuestro trasfondo humano inserto en una sociedad: “Algo que me sorprendió fue la revelación de algo que ya sabía y había tratado en otras novelas, pero que en este caso me sorprendió enormemente: hasta qué punto nuestras grandes decisiones de vida no son nuestras, no las tomamos nosotros. Vivimos bajo una especie de ilusión de que somos autónomos y las grandes decisiones que tomamos nos pertenecen solo a nosotros. Pero construyendo la historia de Sergio para mí fue evidente que eso está muy lejos de ser verdad. La decisión, por ejemplo, del joven Sergio de 19 años que decide unirse a un movimiento armado en Colombia, a él le parecía que la decisión la había tomado él solo. Pero para mí fue evidente que también la había tomado su padre, que también la había tomado su tío, un aviador de la aviación republicana, héroe de la guerra civil. El peso de tener un héroe en la familia, de que la divisa de la familia fuera: ‘Vive la vida de suerte que viva quede en la muerte. Todo eso, hechos y circunstancias, ideas que habían tenido lugar 10, 20 o 30 años antes de que naciera, todo eso estaba presente en su decisión a los 19 años de entrar a la guerrilla. Esa forma en que la historia de una familia o de la sociedad te moldea, va condicionando las posibilidades, va decidiendo por ti lo que creemos decidir autónomamente. Eso me pareció fascinante, es una de las cosas que traté de explorar sobre la novela”.

Fanatismo y sacrificio

La lectura permite observar también los momentos de radicalización: “Sergio y Marianella han hablado en entrevistas (Sergio ha dado muchas entrevistas conmigo, Marianella ha hecho esfuerzos más intensos por olvidar los episodios duros y dejarlos atrás, solo ha dado una entrevista), ambos han utilizado la palabra fanatismo en sus conversaciones. Es verdad, es una de las exploraciones que la novela trata de hacer: el momento en que nuestras ideas y convicciones se convierten en una causa, una causa que justifica sacrificios, de uno mismo y de parte de su vida. Y también el sacrificio de otros, lo que sucede con el padre de Sergio: le parece justificado sacrificar a su familia en el altar de esta causa ideológica. Es una forma de fanatismo, desde luego. Esa exploración del proceso por el cual una persona decide sacrificar su vida y la de otros siempre me ha interesado. La vida de ellos es una ilustración maravillosa de ese proceso: había que interpretarlo, agarrar las memorias y convertirlas en un relato que iluminara ese proceso. Esa era mi tarea de novelista”.

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