Primeramente, es necesario identificar cuál es la idea de muerte que posee el menor. En general, hasta los 7 u 8 años, los niños no tienen una idea de muerte completamente estructurada, en lo que refiere a la permanencia inalterable de la muerte en sí, la finitud.Especialistas en psicología recomiendan buscar una explicación clara y sencilla, evitando el uso de eufemismos o metáforas confusas como el típico “Se fue al cielo”. Una buena estrategia para explicarlo, puede ser mediante el uso de experiencias previas, como la muerte de una mascota o la observación del ciclo de las plantas y la naturaleza, para intentar hacer una comparación familiar y efectiva (con sus debidas proporciones).Ya sea después de la muerte o a la espera de ella, lo preferible es explicar a la altura del menor, cara a cara, que el cuerpo de su ser querido ha dejado de funcionar y no puede ser reparado, antecediendo a la pérdida que vendrá. Nuevamente, recurrir a sus experiencias familiares y concretas facilitan el proceso.Debemos estar dispuestos a resolver cuestionamientos y explicar en más de una ocasión, y bajo los mismos términos, cualquier inquietud. Incluso es importante invitarlos a preguntar todas sus dudas.No es necesario apartarlos del funeral, los especialistas coinciden en que es preferible preguntarle al menor si desea participar en el rito familiar y funerario, con el objetivo de sensibilizarlo al proceso de muerte. Esto le ayudará a formular una idea cada vez más compleja sobre lo que es morir.Finalmente, es viable buscar reconfortar a los pequeños, a través de invitaciones a recordar a su ser querido cómo fue, en la naturaleza misma, sus enseñanzas y otras memorias que dejó con nosotros.Con información de: Cómo hablar con los niños acerca de la muerte. publicada en el sitio web del NIH (National Institutes of Health) CP
