Jueves, 28 de Marzo 2024

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- Reconstrucción

Por: Jaime García Elías

- Reconstrucción

- Reconstrucción

“Amor no quita conocimiento”, reza el refrán…

El cariño que pueda sentirse por Guadalajara; el valor sentimental que pueda concederse a las casonas de los “barrios tradicionales” en que vivieron los abuelos o bisabuelos de las actuales generaciones de tapatíos; las nostalgias -agridulces por definición- y recuerdos que puedan removerse al contemplar aquellas sobrias, nobles fachadas; el dolor de tener que admitir que ya no es posible mantener abiertas, de sol a sol, puertas y ventanas, como antaño, y colgar la llave de la reja a un lado del cancel, porque los tiempos en que toda la gente era decente, amable y respetuosa pertenecen a un pasado cada vez más distante, son conceptos a los que aplasta y aniquila una dolorosa, triste y amarga realidad: según las cifras del más reciente inventario de la Dirección Municipal de Protección Civil (EL INFORMADOR, VII-6-20), 910 inmuebles del Centro Histórico de Guadalajara se encuentran en condiciones ruinosas; de ellos, más de 90 “están en peligro inminente y podrían derrumbarse en cualquier momento”.

-II-

El fenómeno -a todas luces lamentable… y difícilmente reversible- obedece a múltiples factores…

De entrada, las ciudades se adaptan a las necesidades de sus habitantes. Las que fueron zonas habitacionales, en los centros históricos principalmente, pasan a ser comerciales. Las antiguas casonas son ahora tiendas o bodegas. Los segundos pisos de muchas de aquellas fincas, actualmente están deshabitados. La gente que conformaba la dinámica barrial (el médico, la tienda, la escuela, los amigos y vecinos…), huyó hacia zonas periféricas, supuestamente (aunque no siempre) más confortables.

Por otra parte, las leyes que dan a ciertos inmuebles un “valor patrimonial” incompatible con el valor real o comercial de los mismos, dificulta -y con mucha frecuencia impide- la reconstrucción, con criterios arquitectónicos y comerciales modernos, de fincas que del abandono pasan a la ruina; se les condena a “vivir” en condiciones inoperantes para las necesidades actuales. Muchas, al demolerse, se convierten en estacionamientos de automóviles… pero a pocas se les autoriza su transformación en estacionamientos modernos, cotos habitacionales o edificios de departamentos acordes a los usos y necesidades de las presentes generaciones.

-III-

La solución -salvo la mejor opinión de los urbanistas- consistiría en rediseñar la ciudad, primero, y adecuar, a continuación, las leyes para reconstruirla -¡revivirla, en una palabra!-, extirpando lo ruinoso y obsoleto, al margen de sentimentalismos insostenibles.

Después de todo, se supone que las leyes se elaboran de conformidad con la razón… y a favor del bien común.
 

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