Jueves, 18 de Abril 2024

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- Zalamerías

Por: Jaime García Elías

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Si se permite la comparación, los perros, como los políticos -dicho sea sin la menor intención de ofender a los políticos… (o a los perros)-, de lejos, se ladran; de cerca, se mueven la cola.

No hay, por tanto, el menor peligro de que en el encuentro que tendrán, hoy, los presidentes de México y Estados Unidos, en la Casa Blanca, surja el mínimo pretexto para que los analistas, a menudo tan quisquillosos, se desgarren las vestiduras, escandalizados por alguna descortesía del anfitrión o alguna incorrección del visitante. Aunque ni uno ni otro se caracterizan por su oratoria florida o sus modales versallescos, ambos tienen el oficio político -las tablas, pues- necesario para comportarse como ordenan los cánones de la etiqueta. Por supuesto, la reciente declaración del mandatario estadounidense, al calificar de “maravillosa persona” y “excelente amigo” a su homólogo mexicano, debe interpretarse exactamente como lo que es: la fórmula de cortesía que se tiene con el vecino, al que no se elige…, pero al que es mejor dedicar una sonrisa cuando el encuentro es inevitable.

-II-

En el entendido de que ni Trump sacara á relucir las facturas de lo invertido en el muro fronterizo, ni  López Obrador pedirá una disculpa, al menos, por los calificativos de “criminales, narcotraficantes y violadores” que aquél, en una generalización insostenible, dedicó a los mexicanos que han emigrado o pretenden emigrar a la Unión Americana, cabe esperar que, más allá de los protocolarios intercambios de obsequios, ambos tengan algún gesto amistoso, promisorio de una mejoría de las relaciones bilaterales, en beneficio, sobre todo, de los migrantes. Después de todo, se trata de una realidad innegable… e inevitable. Por una parte, López Obrador alude casi todos los días a su preocupación por “los más pobres”, incluidos los que buscan en el país del norte las oportunidades que en el suyo no existen. Por la otra, su presencia en el mercado laboral estadounidense responde, en muchos casos, a que alguien tiene que desempeñar los oficios -rudos, sucios, extenuantes, precariamente pagados…- que los nacionales desdeñan.

-III-

Será -puede apostarse doble contra sencillo que así será- una jornada pródiga en zalamerías (por definición, demostraciones de aprecio afectadas y empalagosas), arrumacos y elogios mutuos, destinados a guardar las apariencias, en la que no habrá la menor alusión a las ofensas y comentarios negativos pretéritos, o la mínima referencia a “los insoportables ladridos” de “el maldito perro del vecino” en la mejor parte del sueño…

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