Viernes, 29 de Marzo 2024
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Ciudadanos útiles

Por: Eugenio Ruiz Orozco

Ciudadanos útiles

Ciudadanos útiles

Los seres humanos vivimos en medio de supuestos; uno de ellos es que somos inteligentes, y en efecto lo somos, más que las otras especies del reino animal. También suponemos que cada uno de nosotros es superior a los demás. Expresiones como, “a mí no me pasaría eso o aquello”, son frecuentes; asumimos que, en comparación con los otros, nuestra capacidad es mayor.

Asimismo, partimos del supuesto de que la vida nos es dada para cumplir un designio: la voluntad de Dios. Bajo este orden de ideas, resulta obvio que somos únicos e irrepetibles y en esa “unicidad” radica, precisamente, nuestra riqueza colectiva.

Sin embargo, hemos de aceptar que desde la cuna se van estableciendo diferencias: las condiciones en que se nace, el lugar de origen, la cultura en la que somos formados, las creencias que desde pequeños se nos inculcan y, fundamentalmente, el ADN, que contiene información genética exclusiva del individuo.

Además, habremos de reconocer que somos gregarios y vivimos en comunidad. “Juntos, pero no revueltos”, decía nuestro finado amigo Juan López Jiménez. Seguramente hoy diría, “Hay de López a López”, ¿verdad doña Sandra?

Ciudadano significa, en una interpretación elemental, habitante de la ciudad. Ya en una versión más amplia, un ciudadano es toda aquella persona que, llegada a cierta edad, es reconocida por la Constitución como apta para autodeterminarse y participar en las decisiones que involucran a la sociedad.

Para ello, debemos desarrollar conciencia de quiénes somos en lo individual y de nuestro sentido de pertenencia en lo colectivo. Ahora bien, para lograr los objetivos que impone la coexistencia en comunidad, hemos creado formas de organización que garanticen al ciudadano un mínimo de derechos e imponen ciertas obligaciones que, al integrarse en leyes, dan orden y conducción a nuestras vidas. Elegir a nuestros gobernantes y participar en el gasto social son algunas de ellas.

Vivimos una época descrita como “disruptiva”. Eso significa que todo aquello que por muchos años fue vigente, ha dejado de serlo y está siendo modificado o sustituido por nuevos conceptos y prácticas de vida.

Todo está sujeto a revisión, por lo que resulta imprescindible –con el propósito de tomar una posición congruente con nuestros intereses individuales y colectivos–, identificar los cambios a nuestro alrededor y sus efectos en nuestras vidas. De otra forma, corremos el riesgo de convertirnos en actores marginales o, más grave aún, transformarnos en zombies: ciudadanos inútiles, cuyo tránsito por la vida acaba siendo una hoja en blanco.

Es frecuente escuchar entre jóvenes y adultos su desinterés en la participación política. No les falta razón. La práctica política y el ejercicio del poder han caído en un juego que privilegia a unos cuantos. Sin embargo, la única vía para transformar a la sociedad, hacerla mejor, más justa e incluyente, es asumiendo en su cabalidad el rol de ciudadanos.

Para tomar las mejores decisiones, es imprescindible informarse, reflexionar y actuar de acuerdo con los valores en los que creemos. Asumamos, por derecho, el papel de ciudadanos útiles, responsables y comprometidos con el futuro de México.

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