Jueves, 18 de Abril 2024

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De ruines y cobardes

Por: Vania de Dios

De ruines y cobardes

De ruines y cobardes

Ofender a una mujer es ruin. No importa cuál sea su oficio, profesión o cargo, si es artista, ama de casa, profesora, periodista o política. Agredirla es perverso y despreciable. Una práctica repudiable que cada vez es más común por miles de personas -hombres y también mujeres- que se envalentonan escondidas detrás de una pantalla y ocultas en el anonimato de las redes sociales.

La política es una de las esferas donde los ataques entre personajes en el poder casi son parte del día a día: se dicen, se escriben, se tiran indirectas, se mandan decir y a veces convierten plataformas digitales, como Twitter, en verdaderos zafarranchos verbales.

Los cuestionamientos y las críticas por el desempeño de las y los servidores públicos son parte de nuestra democracia y el ejercicio de poder. Deben existir. La otra cara de la moneda es cuando las agresiones alcanzan a tu familia. Hoy las parejas de mandatarios están expuestas al escrutinio público y la crítica. Quieran o no, son figuras públicas y personajes atractivos para la opinión pública.

El Colegio de México (Colmex) realizó recientemente un estudio sobre los mensajes que reciben en Twitter dos mujeres relacionadas con la política mexicana: la esposa del presidente mexicano, la doctora Beatriz Gutiérrez Müller, y la politóloga y también doctora Denise Dresser. El resultado: cerca del 95% de los mensajes que reciben ambas son negativos, y el 43.8% extremadamente agresivos. 

Los ataques en los tuits no son al contenido de las publicaciones sino a su identidad como mujeres, profesionistas, académicas, pero también como figuras públicas asociadas a ciertos valores. Según la información dada a conocer este 29 de septiembre, en el caso de Gutiérrez Müller las agresiones son por su condición de esposa del presidente.

Ser pareja o esposa de un funcionario público no te hace mejor o peor persona. Y en cada administración es común ver ataques tan frívolos como la forma de vestir o tan serios, como el manejo de su comunicación pública y la forma de abordar temas sumamente sensibles para la población.

Esta semana el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, en un afán quizás de defender a su esposa la doctora Beatriz Gutiérrez Müller, proyectó durante una de sus conferencias matutinas en Palacio Nacional un tuit. En él los agredían y ofendían a ambos, no llevaba sus nombres, pero en el contexto de la comunicación no se ven otros probables destinarios.

Atinado o no haberlo hecho público en la rueda de prensa -porque seguramente hasta ese momento era algo que apenas conocían unas cuantas personas-, el Presidente leyó textualmente el tuit escrito supuestamente por un pseudo investigador. Repitió palabra por palabra las ofensas hacía él y su esposa, que lo que menos decían era “zopilota” y “loco imbécil”.

“Ofende a Beatriz y a mí, pero de manera vulgar. ¿Qué tenemos que ver nosotros?”, sentenció el Presidente minutos antes de que el tuit se viralizara y se volviera tendencia en redes sociales. Ser vocero de los insultos que le hacen a tu esposa es hacer eco de ellos. Quizás muchos ni se habrían enterado de no ser por el propio Mandatario.

Al margen del manejo de la comunicación pública de la doctora y sus áreas de oportunidad (que bien manejadas podrían abonar a la gobernanza), las agresiones de las que ha sido víctima Beatriz Gutiérrez en redes sociales se han vuelto cada vez más sistemáticas.

A nadie le gusta que insulten a su familia, mucho menos a su esposa o hijos. Es de lo más mezquino. Y al margen de cualquier ideología, cuando se insulta a una mujer debemos entender que se insulta a todas las mujeres mexicanas.

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