Jueves, 18 de Abril 2024

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Por: Gabriela Aguilar

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Tarde y con los efectos de un huracán se dio a conocer la semana anterior la denuncia por abuso sexual del magistrado José de Jesús Covarrubias Dueñas, hasta hace unos días titular de la Quinta Sala en Materia Civil del Supremo Tribunal de Justicia de Jalisco. La víctima: una niña de 15 años. 

Las imágenes narran en breves segundos cómo Covarrubias Dueñas se abalanza y toca a la niña mientras ella está distraída al interior de la cocina de su casa, el comedor adjunto es el segundo escenario: sujeta a la menor con todo su cuerpo sin que ella pueda moverse. Escenas reprochables grabadas en marzo pasado. El video que se viralizó en redes sociales destapó la Caja de Pandora que llevaba a cuestas desde hace dos décadas con incidencias previas que fueron ignoradas por todos los órganos de justicia. 

El saberse “intocable”, por las instituciones que lo cobijaron durante décadas, le permitió cualquier cantidad de libertades. La desaprobación a los hechos llegó tarde, dos décadas tarde desde las primeras denuncias, ésas que al ser atendidas a tiempo no habrían derivado en el abuso a menores, tan grave como el que vivieron las jóvenes alumnas que también en su momento denunciaron el hostigamiento sexual del entonces profesor de la carrera de Derecho de la Universidad de Guadalajara y que despertó la inconformidad de los colectivos feministas cuando fue nombrado magistrado en 2017.

Esta vez la familia de la víctima menor de edad contaba con algo que las jóvenes anteriores no: imágenes para probar los hechos. No había vuelta de hoja, no se podía mirar de lado; las instituciones que lo cobijaron debían deslindarse cuanto antes: la Universidad de Guadalajara lo destituyó como catedrático y el Supremo Tribunal de Justicia del Estado lo suspendió de su cargo para iniciar el proceso legal que lo coloca frente a la posibilidad de uno a cuatro años de prisión de ser declarado culpable sólo por esas imágenes. Las denuncias previas son una suma aparte.

Es incomprensible que un hombre capaz de abusar de menores, de abusar del poder como figura de autoridad académica fuera quien tuviera la tarea de impartir justicia en el Estado. Incomprensible cómo es que se desestimara durante años su conducta. Así de invisible fueron las acciones que llevaron a Covarrubias Dueñas hasta donde llegó. Se dice que la caída es tan fuerte como alto el peldaño del que desciendes, y ese peldaño estaba privilegiado por el fuero, además de un ingreso que se compara con el del gobernador del Estado y que nos cuesta a todos como ciudadanos. Así son las delicias del poder. 

Lamentablemente se tuvo que exponer a través de imágenes a una menor para conocer la naturaleza del magistrado y poner en tela de juicio su integridad, ésa misma que ya estaba en duda cuando fue denunciado el mes pasado por amenazar a su pareja.

La bola de nieve inicia su cuesta abajo, mientras, los órganos para los que prestó servicios realizan investigaciones internas para saber si existen más casos de hostigamiento o abuso…

El Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de las Mujeres en Jalisco (CLADEM) acompañó a una de las primeras víctimas que lo denunció hace dos décadas, la joven estudiante de la Universidad de Guadalajara tuvo que solicitar intervención a la presidencia de la República, entonces como titular Vicente Fox, que a su vez solicitó a la casa de estudios que investigara el caso. Por demás está decir que fue desestimado, pues el denunciado era entonces presidente de la Comisión de Responsabilidades de la Universidad y le correspondía a él investigarse y sancionarse. Absurdo en su máxima expresión. 

El camino ahora es distinto y en este crucigrama donde han brillado conceptos como poder, proteccionismo y abuso queda la deuda con las víctimas pues las secuelas del abuso sexual son una cicatriz que no se puede borrar. Esta vez el ojo público y la presión social no permitirán que sean invisibles y que los hechos queden impunes.

puntociego@mail.com

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