Jueves, 18 de Abril 2024

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Descolgando recuerdos

Por: Eugenio Ruiz Orozco

Descolgando recuerdos

Descolgando recuerdos

¿Dónde inició la gran aventura de nuestra especie y la de todas aquellas que poblamos este maravilloso planeta llamado Tierra?

No lo sé y no sé si alguien realmente lo sepa. No sé si el Big Bang es el principio de todas las cosas o si hubo algo antes de él.

Lo que sí sé es que en este tránsito temporal, mesurable para ti y para mí desde que fuimos conscientes de nuestra existencia, hemos ido sumando a nuestro recorrido objetos, palabras, emociones, amores, enseñanzas, conocimientos, fama, prestigio o desprestigio, éxitos y fracasos. Algunos, además, acumulan joyas y dinero; otros se obsesionan con el poder y los más, solo se quedan con el polvo del camino, pero todos, absolutamente todos, al paso de los años, vamos colgando, en las paredes que nos protegen, las imágenes de nuestros seres queridos, los testimonios de los momentos gratos e, incluso, los recordatorios de las fechas infaustas. Sí, la vida está hecha de recuerdos y referencias que, al voltear atrás, llenan de sentido los días idos.

Como todo inicio tiene final, los recuerdos, cuando mueres, por ser tuyos, íntimamente tuyos, se van contigo: las fotografías, una vez descolgadas, se cubren de moho y acaban decolorándose en un baúl; las obras de arte y el menaje de casa, si no son conservados por alguien de la familia, terminan en una casa de subastas o en El Baratillo… Sí, llega el momento en el que, sin nostalgia, con gratitud y desapego, hay que acompasarse al ritmo de los años, dejar volar el pasado y gozar los días que restan en el incierto calendario de la vida.

Parece que estas palabras contienen cierta melancolía. No es así. Pienso que, de cuando en cuando, es conveniente voltear al punto de partida para reconocer lo recibido: ¿qué sería de nosotros sin el esfuerzo y la inteligencia acumulada durante milenios por la humanidad? Seguiríamos viviendo en cuevas, alimentándonos de raíces y vistiendo con pieles de animales (aunque hay quienes lo siguen haciendo). Los tiempos de crisis, y éste lo es, nos ponen a prueba. El trabajo y la previsión de las generaciones precedentes nos han permitido vivir con las comodidades y ventajas de la civilización. Nuestra obligación es facilitar el camino a nuestros sucesores para lograr que en el futuro todos disfruten de una vida digna y armoniosa: ahora es el momento de los jóvenes. Quienes hemos acumulado años somos los puentes que conectan el pasado con el presente; ellos, los eslabones con el porvenir.

Aun cuando nos ha tocado vivir en tiempos difíciles (¿cuáles no lo son?), somos afortunados. La pandemia ha obligado una serie de medidas para prevenir los contagios, entre ellas, el aislamiento, lo que ha abierto espacios para la reflexión: ponderar aquello que hemos hecho bien y, con humildad, aceptar nuestros errores. Debemos actuar en términos de complementariedad, aceptemos el rol que nos corresponde e impulsemos generosamente a quienes deben asumir la responsabilidad de construir un mundo mejor.

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