Jueves, 28 de Marzo 2024

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El legado de El Guaymas

Por: Rubén Martín

El legado de El Guaymas

El legado de El Guaymas

Apenas se dio a conocer el martes 13 de julio la muerte de Mario Álvaro Cartagena López, su noticia se convirtió en una onda expansiva de llanto y dolor entre toda su familia, amigos y conocidos. Sin ser el único, probablemente El Guaymas era el ex guerrillero mexicano más conocido y querido. Era inevitable no querer a una persona tan buena, decente, honesta, congruente y que siempre provocaba risas y alegría por su modo jubiloso de encarar la vida, así fuera contando episodios dolorosos y desgarradores, como las veces que padeció la tortura en las mazmorras de la policía política y en los cuarteles militares.

Mario Álvaro Cartagena López nació en una ranchería de Guaymas Sonora el 19 de febrero de 1952. A los doce años sus padres, Manuel Cartagena y doña Graciela López, lo mandaron aquí a Guadalajara a estudiar la secundaria. Llegó sólo a un internado que estaba en la plaza del Carmen, en el centro de la capital de Jalisco.

Desde joven se inclinó por la rebeldía. Romeo, el hijo mayor de El Guaymas, me contó que estando aquí en Guadalajara le impactó mucho ver la película La batalla de Argel (del director Gillo Pontecorvo de 1966), un filme que cuenta la luchas del Frente de Liberación Nacional de Argelia en contra de las fuerzas de ocupación francesas. Pero su inclinación por la rebeldía venía de atrás. Su padre Manuel Cartagena, fue uno de los miles de trabajadores que participaron en el movimiento ferrocarrilero dirigido por Demetrio Vallejo y Valentín Campa en contra del charrismo sindical y el gobierno priista en 1958. 

Año y medio después de que El Guaymas fue enviado para estudiar en Guadalajara, la familia completa llegó a instalarse en la calle 50 y Edison en la colonia Hernández Romo, entre Medrano y la avenida Revolución. 

Estudio el bachillerato en la Escuela Vocacional en la Universidad de Guadalajara y la rebeldía propia de El Guaymas se encontró con otras rebeldías que querían democratizar la autoritaria y represiva Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG) que no era más que un apéndice del Estado para controlar a la juventud tapatía. 

La FEG impidió a los grupos estudiantiles donde militaba El Guaymas dentro de esa organización por lo que crearon el Frente Estudiantil Revolucionario (FER) que se presentó públicamente el 23 de septiembre de 1970 tomando la Casa del Estudiante que estaba convertido en guarida de golpeadores de la FEG.

El gobierno y la FEG respondieron a la creación del FER con saña y represión lo que los obligó a vivir en clandestinidad. Desde este contexto de persecución, El Guaymas junto con cientos de jóvenes “valientes y conscientes” decidieron crear la Liga Comunista 23 de Septiembre, uno de los grupos más importantes de la constelación guerrillera que se propuso cambiar las injusticias en México, incluso con armas en la mano.

En su militancia en la Liga, El Guaymas fue detenido dos veces. La primera en 1974 que lo llevó a la Penal de Oblatos. De esa penal El Guaymas y cinco compañeros más se escaparon el 22 de enero de 1976 en uno de las acciones más épicas de la guerrilla mexicana. Tras el escape de Oblatos, al Guaymas se le asigna trabajo clandestino en la Ciudad de México. En la capital es perseguido y capturado nuevamente en abril de 1978. En la acción El Guaymas fue baleado y tratado médicamente de modo negligente lo que lo llevó a perder la pierna izquierda. 

En ambas detenciones soportó los peores métodos de tortura por parte de los policías políticos más sanguinarios. La tortura en 1978 ocurrió al seno del Campo Militar nº 1 del ejército, que actuaba en conjunto con la Brigada Blanca para perseguir y exterminar a los disidentes. 

Obligado por presión nacional e internacional, el gobierno debió sacarlo del Campo Militar y enviarlo a prisión. De ahí salió en 1982 y desde el Frente Nacional Contra la Represión, El Guaymas se convirtió en uno de los testigos más importantes para denunciar que el Estado reprimía, torturaba, desaparecía y asesinaba a disidentes en instalaciones militares y cárceles clandestinas.

A pesar de las torturas y de que nunca dejó de ser vigilado, El Guaymas nunca dejó de luchar por un país y un mundo mejor. No se convirtió, como otros guerrilleros en un político profesional que se convirtieron en todo contra lo que luchaban. Siempre se mantuvo congruente y coherente con sus principios y siempre irradiando esa jubilosa rebeldía que animaba su vida y su entorno. Hasta siempre Guaymas. 

rubenmartinmartin@gmail.com

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