Jueves, 28 de Marzo 2024

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El regalo

Por: Eugenio Ruiz Orozco

El regalo

El regalo

Para Polo y Julia, en memoria de sus hijos

La vida está llena de simbolismos, el regalo es uno de ellos. Desde muy lejanas épocas, los regalos -ofrendas- tenían como propósito halagar a los dioses, así se ganaban sus favores. La cauda de personajes que hacía peregrinación para consultar adivinatorios iba acompañada de toda clase de objetos para agradar a los augures, sacerdotes y pitonisas. Es notable la visita de Alejandro Magno al Oráculo de Delfos antes de iniciar la conquista de los territorios ubicados al este de Macedonia y al sur del Mediterráneo. El regalo ha sido también una cortesía que se tenía, y se sigue teniendo, entre reyes y jefes de Estado en sus visitas oficiales. Sin embargo, donde el regalo tiene mayor significación, es en la vida cotidiana.

Cuando hacemos un regalo, lo hacemos con la intención, no sólo de gratificar a quien lo recibe, también como una forma de trasmitir un mensaje de paz y amor. El regalo es presencia, es decir: “te quiero, aquí estoy”. Cuando visitamos a un enfermo, le llevamos flores porque las flores representan la vida y nuestro deseo es que sane y disfrute la alegría de vivir. Con esta misma intención, se dan a quienes amamos. Obsequiar un libro entraña la posibilidad de compartir las ideas contenidas en él y la oportunidad de, al comentarlo, conocer una visión diferente de la propia. Regalar un crucifijo, una medalla o un motivo religioso invoca la protección de la divinidad hacia los seres amados. Los niños preguntan, “¿qué me trajiste?” porque aman los regalos, y jamás olvidan a quien se los hace. Las joyas son, sin duda, muy apreciadas por las mujeres, pues representan la perfección y la pureza. ¿Habrá piedra más hermosa que un diamante? Y ¿qué decir de rubíes, esmeraldas, zafiros y perlas?

El regalo, por un lado, proyecta la personalidad de quien lo hace y, por el otro, implica imaginar la reacción de quien lo recibe, por lo tanto, exige pensar en los gustos y preferencias, incluso, necesidades de la persona a quien se le da. El placer de regalar es enorme. Sólo regala quien se da a sí mismo. Es una entrega incondicional. Una mirada, una caricia, un abrazo o un beso pueden ser el mejor obsequio. Tres, en lo personal, han sido los mejores que he recibido: uno me lo dio mi madre, la vida; el segundo, lo recibí de mi esposa, son mis hijos y, el tercero, me lo hizo Dios, el amor y los amigos.

Al aproximarse la Navidad, se organizan comidas, cenas, posadas, convivios y reuniones para encontrarnos y compartir momentos maravillosos e inolvidables. ¿Sabías que sólo los humanos bailamos, reímos, quebramos piñatas, nos obsequiamos y nos divertimos con la conciencia de que lo estamos haciendo? ¡Regalémonos! No perdamos la oportunidad de ser felices. Dejemos que el espíritu infantil nos invada, volvamos a ser niños y, libres de prejuicios, cantemos a voz en cuello el himno de la alegría.

eugeruo@hotmail.com

Eugenio Ruiz Orozco

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