Martes, 23 de Abril 2024

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En pos de la esperanza

Por: María Belén Sánchez

En pos de la esperanza

En pos de la esperanza

Los días pasan, el tiempo avanza sin detenerse y de pronto nos damos cuenta de que ya está muy cerca la Navidad. Por eso es bueno detenernos unos momentos para reflexionar, qué es lo que esperamos en estas fiestas.

Cierto es que el futuro no podemos preverlo, ni organizarlo. Es definitivamente incierto. Aunque es verdad que en algunos renglones podemos programar algo de lo que deseamos, y procuraremos que salga conforme a nuestros planes.

Pero la verdadera Esperanza, con mayúscula, es la única que va a dar sentido a nuestro devenir, y la única capaz de alimentar la vida en su más profunda motivación.

Por eso es bueno considerar lo que esperamos en esta Navidad: si esperamos cosas materiales, o tan sólo en el renglón de fiestas y regalos, de banquetes y reuniones, tal vez luego nos podemos quedar con un poco de desilusión o descontento, porque no llenó todas nuestras expectativas.

Pero tenemos que considerar que los seres humanos somos algo más que materia ambulante, y que nuestras esperanzas rompen todos los moldes en todo aquello que no podemos explicar.

Porque en el complejo conjunto de nuestro ser hay también niveles que no son fáciles de entender, y a menudo ni siquiera de explicar con palabras.

Esperar en lo externo, días brillantes, alboradas luminosas y atardeceres deslumbrantes, no está dentro de nuestras posibilidades de  programar, todo eso se nos da como un don y en nosotros está abrirnos a aceptarlos, a disfrutarlos... Pero a un nivel más íntimo: la alegría, la satisfacción, el gozo íntimo de compartir, de dar algo de sí, eso germina en niveles más íntimos del ser. Y son intransferibles.

Lo que sí es evidente y claro es que desde que nacemos, como seres humanos, vivimos de Esperanza, y eso es lo que nos va a dar sentido. 

Tal vez de pequeños nuestras esperanzas sean chiquitas o limitadas, y de mayores ya llevamos a cuestas un fardo demasiado voluminoso y pesado de esperanzas frustradas.

Pero en resumidas cuentas, lo importante es no dejar que la luz de la Esperanza se apague en nuestro corazón. Porque es precisamente allí donde la luz de Dios, la que ilumina nuestra alma o corazón, es la que va a hacernos ver las cosas con otro color y los acontecimientos con matices diferentes.

De allí podemos deducir que el pedir a Dios lo que definitivamente nos supera, lo que nos viene gratuitamente del cielo es lo que nos llega a niveles espirituales, donde la mente se abre a lo infinito, donde lo inmaterial se nos da como un don.

Y yo me pregunto: ¿Cómo vamos a saborear alegría, felicidad y plenitud, si no dejamos que entre en nuestra vida el único que la tiene en sus manos?

Jesús es la imagen de Dios invisible que se hizo visible en nuestro mundo para darnos todo eso que anhelamos en el corazón y que esperamos con anhelo.

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