Sábado, 20 de Abril 2024

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"Fofo" Lemus

Por: Jonathan Lomelí

"Fofo" Lemus

Salvo la donación de su cabellera a favor de los niños con cáncer, Pablo Lemus no se ha despeinado durante su gestión.

Aquel alcalde zapopano, ejecutivo y ansioso de brillar con acciones, dio paso a un alcalde tapatío en permanente campaña, cauto políticamente, poco arriesgado para no dañar su imagen y asegurar su elegibilidad como futuro gobernador. Alcalde, sí, pero también un disciplinado administrador de su ventaja electoral.

Ningún tema polémico. Ninguna acción de gobierno que incomode o marque un antes y un después. Incluso dejó de ser la voz sensata que le ponía un espejo enfrente al gobernador. ¿Se subordinó a la rígida línea de Casa Jalisco a cambio de una candidatura?  

El reflejo de su gobierno se observa en sus redes. Tres imágenes definen su estrategia: el alcalde ejecutivo que atiende el incendio en San Juan de Dios; el alcalde sensible que dona su cabello a niños con cáncer y el chavorruco reventado en el concierto del TRI. Este último es nuevo: sale cada mañana y desayuna con el barrio, la fonda de la esquina y le entrega su licencia a un taquero. Pese a su buena imagen, a Lemus electoralmente le falta barrio, por eso la estrategia.

Mientras tanto, ¿cuál es su programa para Guadalajara? Si preguntamos al tapatío promedio lo que distingue a Lemus, ¿qué respondería?

Las calles con baches, sin balizar, y el problema de la basura en suspenso, abordado sin determinación. En seguridad navega de muertito con el discurso triunfalista del Estado; con más patrullas, sí, pero una millonaria licitación polémica y muchos pendientes: las redes de Policía de Paz, el reforzamiento de la videovigilancia, el esquema de comunicación directa con vecinos.

Su plan de reintegrar socialmente a los indigentes quedará sólo en eso: una promesa. El universo ronda los mil 200 en toda la ciudad (en el sistema municipal de indicadores, la meta, sin actualizar, marca un 20% de avance a marzo de este año). En finanzas, el rebote de la nómina que prometió disminuir. La movilidad, sin arrancar.

Pasamos de un Lemus de capacidad probadamente ejecutiva, a uno más inercial que disruptivo, más sonrisita franca y ánimo festivo (¡Ánimo, Guadalajara!) que acciones para conquistar.

¿Votaron los tapatíos por el candidato del status quo? ¿O por un candidato que comprende de forma realista los problemas de la ciudad y los enfrenta? ¿Bajo qué lógica, este Pablo, entonces, sería mejor gobernador que alcalde? Porque a eso aspiramos, ¿cierto?

En campaña, Lemus comentó alguna vez que la diferencia entre Zapopan y Guadalajara era que en la capital, en vez de apapachos, los tapatíos lo recibían con reclamos y demandas concretas. No es lo mismo Tlajomulco y Zapopan que Guadalajara. La Perla Tapatía siempre pone a prueba la capacidad ejecutiva del alcalde en turno. Por eso, usada como trampolín a la gubernatura, los últimos alcaldes han apostado a las relaciones públicas más que a la gestión política.

Fofo, según la RAE, significa: esponjoso, blando y de poca consistencia. No ayuda en nada inflar pre-pre candidatos con encuestas prematuras cuando ni siquiera han ratificado su capacidad para gobernar en tiempos complejos.

En estricto sentido, a Lemus se le acaba el tiempo. Quedan un año y diez meses para la elección del 2024, menos los meses que deberá pedir licencia. Está a la mitad del camino.

Por eso hay que exigir más, elevar la vara, comenzar a auditar con lupa al Lemus alcalde y al Lemus candidato. Le hacemos y nos hacemos un favor. Que para gobernar Jalisco se necesite más que un tiktok, franqueza jovial de chavorruco o buenas relaciones públicas y publicidad en redes sociales.

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