Jueves, 18 de Abril 2024

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Gatilleros con plumas…

Por: Isaack de Loza

Gatilleros con plumas…

Gatilleros con plumas…

En el Jalisco actual se han cometido todos los delitos que la conciencia humana pueda imaginar. Un ex gobernador fue asesinado a balazos en un concurrido bar de su principal destino turístico y quienes dispararon no sólo lograron escapar, sino que, más de dos años después del atentado, nada se sabe de ellos.

También asesinaron a un funcionario público a 10 cuadras de Casa Jalisco, acribillaron a un grupo de albañiles, dejaron el cuerpo de un líder delictivo en el Centro de Tlaquepaque y el crimen organizado ha hecho posadas y entregado regalos en los municipios de Guadalajara y Zapopan.

Pero, para el gobernador Enrique Alfaro, los gatilleros usan plumas.

Jalisco es sede del cartel con mayor crecimiento en México, donde se cometen cinco homicidios al día en promedio, donde la Fiscalía se atrevió a asegurar que el homicidio de Aristóteles Sandoval está resuelto, pero no quiso revelar el móvil.

En Jalisco, una mujer fue asesinada justo afuera de la casa del gobernador, una madre murió quemada en un parque público y la autoridad estatal la revictimizó; a un grupo de jóvenes que iba a protestar por el homicidio de un joven que fue retenido y asesinado se le privó de la libertad extrajudicialmente y, años después, a otros tres los llevaron a prisión.

Incluso, en Jalisco se reconoció abiertamente que el crimen organizado está infiltrado en la Fiscalía Estatal.

Pero, para el gobernador Enrique Alfaro, los gatilleros usan plumas.

Por estas razones, no es sólo grave y ofensivo que el mandatario estatal califique a las y los periodistas como “gatilleros” por realizar una labor crítica, sino un escándalo que debe encender alertas a escala nacional e internacional.

Al hablar sobre el predio de Iconia, en donde una empresa ha hecho de todo con aval de las autoridades para construir un desarrollo habitacional que dejará ganancias por más de cuatro mil millones de pesos, Enrique Alfaro se refirió al periodista Diego Petersen como “uno de los gatilleros del Grupo UdeG que escribe cosas en contra de él”.

Lo hizo después de que el comunicador publicara la columna: “Caso Iconia vs FEU: autogol del alfarismo” este 11 de enero en El Informador, en la cual analizó que el arresto de tres estudiantes de la Universidad de Guadalajara (uno de ellos, ex presidente de la Federación Estudiantil Universitaria) le había generado un ambiente político hostil a quien se encuentra de paso en Casa Jalisco.

Un gatillero es un matón a sueldo. Un pistolero que, básicamente, vive de la muerte. Por eso, la dimensión de sus palabras no debe quedar sólo como anécdota. La crítica a la autoridad es una de las razones de ser del periodismo, y es una labor diametralmente opuesta a la de un asesino bajo contrato. Que el gobernador califique así a un periodista es todavía más grave ante el horrible contexto de violencia que registra el Estado que gobierna.

Sí: en el Estado de Jalisco hay gatilleros. Las miles de carpetas acumuladas en el área de Homicidios Intencionales de la Fiscalía son la más clara de las evidencias de esto. Pero ni los activistas sociales, ni los estudiantes, ni los empresarios que se han atrevido a alzar la voz, la Iglesia, las madres y familiares de desaparecidos, los grupos sociales organizados, académicos y, por supuesto, los periodistas, pertenecen al sector que verdaderamente daña al Estado: al que realmente quiere que le vaya mal a Jalisco.

No es sólo Diego, sino todas y todos quienes, como él, han ejercido su derecho a la crítica y a la libertad de expresión. Es imposible dejar de pensar en que, si desde la administración estatal la atención a los problemas que se comprometieron a resolver desde aquella lejana campaña de 2018 se tuviera en la misma agenda de prioridades que la descalificación a las voces críticas, la refundación que se prometió hace cuatro años sí sería el sello de la casa.

Y, con toda la razón de la evidencia como escudo, Jalisco se encuentra tan lejos del regalo prometido por Alfaro, como la labor de un periodista de la de un gatillero.

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