Miércoles, 24 de Abril 2024

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Kintsugi

Por: Cesáreo Escobedo

Kintsugi

Kintsugi

El valor de un libro se encuentra en aquello que siembra en el lector. Le Yen Mai escribió un libro titulado “Pensar a la japonesa: Un viaje por el estilo de vida del país del Sol Naciente”. Dentro del libro narra su viaje a Japón y conecta cada experiencia memorable que tuvo con un concepto de dicho país. Siendo así, divide el libro en quince capítulos, cada uno explicando un concepto o filosofía que explica la forma de vivir de los japoneses. 

A lo largo de mis artículos he establecido mi fascinación por las filosofías orientales y la importancia de su aplicación en una sociedad incansable en la búsqueda de “ser más”. Decidí enfocar este artículo al libro de Le Yen Mai, específicamente al concepto del Kintsugi porque creo que nos puede ayudar a ver la vida con más color. 

Por lo general, tenemos la idea de que si algo se rompe debe ser necesariamente reemplazado, dando valor a lo nuevo por encima de lo “viejo” cuando en realidad no debería ser así. Kintsugi se refiere al arte japonés de reparar con oro los objetos de cerámica que se han roto. El proceso consiste en utilizar una pintura dorada especial, a la cual se le pone pegamento para unir las partes del objeto cerámico que se ha roto.  Siendo así, aquello que se ha roto no pierde valor ni es desechado, sino que adquiere aún más valor. 

La metáfora de vida que envuelve el concepto del kintsugi es fascinante, y se refiere a curar las heridas que tenga nuestra alma y darle valor a nuestras cicatrices. Esto significa que frente a las adversidades, uno siempre adquirirá más valor sin importar cuán complicada se ponga la vida. Como consecuencia, el kintsugi nos enseña que nuestras cicatrices no nos quitan valor, por el contrario, muestran nuestra historia y nos dan un sentido de ser más fuerte. 

Asimismo, podemos entender al objeto de cerámica como nuestra vida misma: nuestra naturaleza es frágil, y nuestro mundo no es más que el conjunto de hechos y personas (piezas de la cerámica grandes y chicas), y al final del día es nuestra responsabilidad mantener esas piezas juntas, ser kintsugi. 

Ante la pérdida de un ser querido o un negocio fallido, tendemos a decir que nuestro corazón está “hecho pedazos”. Es aquí cuando debemos recordar que sin importar la cantidad de adversidades que la vida nos presente, es nuestra tarea convertirnos en nuestros propios artesanos, sanando las heridas que tengamos y transformándolas en oro. 

Este concepto japonés fascinante cambió mi forma de ver la vida. Creo que si más personas se dieran unos minutos para analizar el concepto del kintsugi podrían vivir de una forma más plena. 

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