Jueves, 28 de Marzo 2024

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La alegría de la vacuna

Por: Pablo Latapí

La alegría de la vacuna

La alegría de la vacuna

Qué alegría.

Mi esposa y yo nos sentamos donde amablemente nos indicaron.

El ingreso y los procesos habían sido tan ágiles (por la hora a la que llegamos) que apenas en ese momento tomé conciencia de dónde estábamos y para qué.

Nos encontrábamos en uno de los estacionamientos del Estadio Olímpico de la UNAM en la Ciudad de México (mi alma mater) a punto de recibir la segunda dosis de la vacuna AstraZeneca contra el COVID-19.

Aunque yo radico prácticamente en Guadalajara, la mayoría de los negocios de mi esposa están en Ciudad de México y resultó más práctico viajar yo para allá que ella venir a Guadalajara en caso de que el llamado fuera de un día para otro, como efectivamente ocurrió.

Por estar registrados en la Alcaldía Magdalena Contreras, hace dos meses recibimos la primera vacuna y esta semana la segunda dosis.

Lo primero que hice al estar ahí sentado, y como me lo había prometido a mí mismo, fue recordar emocionado a quienes murieron antes, los que tristemente no llegaron a la vacuna: mi primo Manuel del Bosque (un auténtico Quijote del siglo XXI), Memo Flores (nuestro cálido y amigable guardia en Promomedios en Guadalajara), y Arturo González (destacado colega periodista y amigo con quien hicimos grande la Radio Mil de la Ciudad de México).

¿Qué les hubiera costado aguantar un par de meses más?

Pero no, a ellos los mató el virus desdichado, como a miles en nuestro país y millones en el mundo antes de recibir la vacuna.

Un recuerdo entrañable donde quiera que se encuentren.

Ya después de ese sencillo homenaje a los ausentes, mi esposa y yo reconocimos que estábamos felices. 

Qué momento.

Qué alegría.

Rendía fruto más de un año de cuidarnos como pocos, de no ver y ni abrazar a la mayoría de los hijos, de no viajar en avión, de no ir a reuniones… de no ver el mar.

De encontrarle sentido a estar ella y yo solos, en casa, compartiendo eso: el estar solos en casa y disfrutarlo.

Era tal la emoción que por un momento se me olvidó la rabia y la impotencia que provoca que el presidente López Obrador arremeta amenazante contra la autoridad electoral para defender al más salvaje y bárbaro de sus correligionarios: Macedonio. Qué miopía política de ambos para no reconocer que ellos si han llegado a donde están, la Presidencia y una curul en el Senado, es precisamente gracias a que con todos sus defectos y carencias tenemos un órgano electoral en México que garantiza que los votos sean reales y contados y se respete al ganador, labor de décadas y trabajo de numerosos demócratas como Porfirio Muñoz Ledo, a quien le acaban de dar una patada en salva la parte.

Pero no, nosotros estábamos ahí, muy emocionados de recibir la vacuna.

Ya inyectados y después de 30 minutos bajo observación nos levantamos y mientras caminábamos agradecíamos a las decenas de voluntarios que compartían nuestro gozo, incluso ya para salir había una valla de unos veinte jóvenes con sus chalecos verdes que emocionados nos aplaudían a quienes ya salíamos vacunados y felices.

Mi esposa y yo les aplaudíamos a ellos.

Qué momento. Qué alegría.

platapi@hotmail.com

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