Viernes, 29 de Marzo 2024
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La sensación del naufragio

Por: Martín Casillas de Alba

La sensación del naufragio

La sensación del naufragio

“Cada especie lucha por la vida constantemente y todo ser, si cambia de manera provechosa en medio de las complejas y variables condiciones de vida, tendrá una mayor posibilidad de sobrevivir y será naturalmente seleccionado”, esta es la conclusión a la que llegó Charles Darwin después de haber estudiado a cientos de especies.

En otras palabras, el que sobrevive no es ni el más fuerte, ni el más inteligente, sino aquel que responda mejor al cambio, tal como viene a cuento ahora que se están dando cambios dramáticos y necesarios por el coronavirus. Por eso, creo que vale la pena reconsiderar la importancia de adaptarse en los nuevos hábitos de vida, como en la manera de trabajar.

“La gente sólo acepta los cambios cuando tiene la necesidad de hacerlo pero, esa necesidad, sólo se da cuando enfrentamos una crisis”, como decía Jean Monnet, pues resulta que, cuando hay una crisis tenemos la sensación de que vamos a naufragar, aunque el número de víctimas, suponiendo que viajáramos  en el Titanic, no se compara con las víctimas del COVID-19 en EEUU, Italia o España.

En La tempestad fue el mago de Próspero quien provocó el naufragio del barco donde iban aquellos que le habían dado un golpe a su ducado hacía doce años: Antonio, su hermano y Alonso, el rey de Nápoles; como también iban otros inocentes: el Capitán y su tripulación; Ferdinando, el príncipe de Nápoles; Gonzalo, el Consejero del rey quien ayudó a Próspero cuando lo expulsaron de Milán. 

El barco se estaba hundiendo y todos estaban angustiados pero, resulta que los pasajeros llegaron a la isla habitada por Próspero y su hija Miranda; Ariel, el espíritu del cambio y operador de Próspero y Calibán el nativo, hijo de la bruja Sicorax.

El falso naufragio lo hizo para vengarse por haberlo desbancado. Más adelante, vemos a estas víctimas caminando por la Isla sin entender por qué estaban vestidos, secos, sanos y salvos. Ferdinando iba por su cuenta por la playa digiriendo su duelo por la posible muerte de su padre poco antes de conocer a Miranda mientras Ariel lo consuela con una canción celestial.

Cada crisis es como un naufragio y por eso nos angustiamos como los pasajeros del barco, pues no sólo creemos que vamos a perder el trabajo o el estatus que teníamos, algunas propiedades, sino que podríamos perder la vida. 

A partir de ese momento, nos movemos en una curva en donde cada quien reacciona de diferente manera en el tiempo para aceptar los cambios hasta que tocamos fondo antes de salir a flote, una vez que hemos aceptado esa nueva realidad y los cambios que tenemos que hacer para poder sobrevivir. 

Hay de todo un poco: el nostálgico, que se queda suspirando por el pasado; los que ven nuevas oportunidades y, los que celebran el cambio como Miranda y Ferdinando quienes, al encontrarse, se enamoraron; Gonzalo acepta los cambios y trata de animar al rey para que disminuya su angustia pues, “hace mal tiempo para todos, buen señor, si a usted le ensombrecen las nubes”, antes de contarnos cómo sería que fuese la nueva vida en caso de quedarse en la isla; Antonio, el villano, intenta dar ahora un golpe al reino.

Al final, Próspero le pregunta a Ariel cómo ve todo esto que ha hecho y cuando le contesta que la verdad está mal, le hace caso, cambia de estrategia y de plan: ahora decide perdonarlos y se preparan para regresar a Milán una vez que les promete que, “después de todo esto, habrá un mar de calma y viento favorable.”

Cuando pase la tempestad y nos libremos del coronavirus, adaptaremos algunos de los cambios (como las reuniones virtuales) para vivir una nueva etapa de nuestra vida y seguir navegando con un mar en calma y viento favorable.

Por lo pronto, lo mejor que podemos hacer es como Gonzalo: adaptarnos a los cambios, quedarnos en casa en donde, con suerte, nos podemos inspirar.

(malba99@yahoo.com)
 

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