Jueves, 18 de Abril 2024

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Lo que sucede en casa

Por: Gabriela Aguilar

Lo que sucede en casa

Lo que sucede en casa

¿Qué harías como padre o madre de familia si te enteras que un compañero de clase de tu hijo porta un arma de fuego? ¿A quién responsabilizarías? ¿Qué reacción tendrías si supieras que ese niño es tu hijo? ¿Asumes la responsabilidad como padre? ¿Por qué el arma estaba al alcance de un menor? La noticia de que le fue decomisada una arma calibre .357 a un menor de 15 años en un colegio de Guadalajara causó impacto, los grupos de padres de la escuela se encendieron y acudieron de inmediato por sus hijos. Cuando llegaron, las autoridades ya tenían controlada la situación. Por fortuna no hubo que lamentar ninguna lesión; sin embargo, se abrieron muchas incógnitas alrededor.

Si un adolescente de 15 años en tercero de secundaria ingresó un arma de fuego a su escuela fue porque la tuvo a su disposición y no hubo filtros que lo identificaran, primero los de casa y luego los de la institución escolar.

Si bien el objetivo no fue herir a sus compañeros, o al menos no se presume en la investigación, sí evidenció lo vulnerable que es la seguridad en las escuelas, en las nuestras y en todas, en México y en otros países, porque no hay un sistema que detecte la portación de un arma blanca o de fuego en las mochilas de los alumnos.

Por fortuna no tuvimos que leer una noticia como la sucedida en Monterrey hace cinco años, cuando un adolescente de 15 años abrió fuego contra su maestra, sus compañeros de clase y posteriormente atentó contra su vida. No muy distinto, pero igualmente lamentable, fue el caso de un estudiante de 11 años que mató a su maestra, hirió a varios alumnos y un maestro al abrir fuego en la primaria donde estudiaba en Torreón, Coahuila, en 2022. El pequeño portaba dos armas, una calibre .40 y otra .22, el episodio terminó cuando el niño se arrebató la vida.

En el caso en Torreón, se presumía que el pequeño fue influenciado por un videojuego, pues además de las armas, el alumno vestía una camiseta alusiva; sin embargo, más allá del poder de los videojuegos, falló la vigilancia de los padres o tutores y no pudieron identificarse señales que alertaran a los profesores y evitar una tragedia.

Estamos acostumbrados a leer noticias sobre violencia alrededor de las escuelas, de cómo los alumnos y los maestros sortean el fuego cruzado agazapados en las aulas, pero no a que sean los niños dentro de ellas quienes generen la nota. Ninguno de los casos anteriores, incluido el de la semana pasada, dio señales de violencia previa, algo que llamara la atención de los padres o los maestros.

El episodio del menor en el colegio ubicado en la Colonia Chapalita tuvo un final aleccionador. Si bien la portación de arma de fuego es un delito que se castiga con prisión si no se cuenta con el permiso correspondiente, en su caso, su vinculación a proceso tuvo como penalización rehabilitación bajo la supervisión del sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) del Estado de Jalisco, así como terapia con especialistas que notificarán el avance a las autoridades competentes.

La identidad del jovencito se reservó para el público; sin embargo, su entorno, que sí reconoce lo sucedido, ¿será el mismo de siempre a partir de ahora?, ¿la convivencia con sus amigos será como antes? Ojalá que el estigma no lo alcance y que este punto de inflexión para una familia y para una comunidad educativa sea suficiente para reforzar las áreas de oportunidad que a todos nos inquietan y que no se están observando.

puntociego@mail.com

Gabriela Aguilar

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