Viernes, 29 de Marzo 2024
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Los hombres del poder

Por: Jonathan Lomelí

Los hombres del poder

Los hombres del poder

Los hombres del poder son como tú y como yo. En la madrugada lanzan mensajes llenos de ira a sus amigos y aliados cuando no muestran subordinación incondicional a sus caprichos. 

Los hombres del poder a veces actúan como escolares mimados: arrebatan lo pequeño porque lo demás les pertenece. Su misión es mandar sobre los hombres, pero pelean por caramelos. 

Los hombres del poder viven con miedo a descubrir que su tránsito poderoso es pasajero. Fijan la mirada siempre en el futuro, en los flancos, entre líneas, alertas ante los otros hombres del poder que reclaman más poder como ellos. 

Cuando la duda los acecha, se rodean de uno o dos consejeros que les hablan con las palabras que desean escuchar. Estos consejeros o jeques de los hombres del poder presiden amplios gabinetes y ofrecen soluciones como: «Recuerda que tú mandas». O justifican montañas de caprichos cuando un subalterno se rebela y usan frases del tipo: «Deploro tu decisión de ignorar la solicitud de nuestro amigo en el poder». Son sabios al servicio de su propia comodidad,  sombras experimentadas de los hombres del poder. 

Los consejeros más encumbrados siempre tienen un don adicional: machacan los mensajes, pervierten las palabras escuchadas y enviadas a los oídos del morador principal del palacio.  Operan a favor de su bolsillo y de sus deseos de más poder en la sombra. 

Los hombres del poder necesitan adversarios, preferible si son imaginarios porque así mantienen vivo a su animal político y viceversa. Cuando les preguntan por qué declaran la guerra responden frases que asombran: «Porque me faltó al respeto». Faltarles al respeto obra como la ofensa máxima porque el respeto se pierde en cualquier parte y es de difícil adquisición en los estantes del mercado. No piden disculpas a menos que se las pidan. Por eso entre ellos es tan difícil el perdón. 

Los hombres del poder piden a sus amigos y adeptos que hablen con la verdad, pero no perdonan cuando les hablan con la verdad. 

Los hombres del poder desprecian a la prensa tradicional e invierten millones en redes sociales, pero el rigor de una portada les amarga el día entero. El mundo digital los alucina; el mundo real los ofende. Es su derecho. Por eso, concluyen, convencieron a millones de entregar su voto. 

Los hombres del poder son como tú y como yo. De ellos sólo nos distingue un rasgo: su poder finito que también pasará.

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