Para abordar con objetividad los problemas de nuestra nación, es necesario aceptar que nuestro país no es un territorio aislado del resto del mundo, despoblado, con una economía de subsistencia en la que el voluntarismo de un personaje puede decidir el futuro de todos, ¿o sí? Los próximos años serán cruciales para el desarrollo de México, por lo que valdría la pena intentar imaginarnos los escenarios y relacionar los retos globales que se deben enfrentar para, en ese contexto, tratar de entender las decisiones de nuestros gobernantes y, eventualmente, identificar sus posibilidades de éxito.Yuval Noah Harari señala tres desafíos: el político, el ecológico y el tecnológico. Bajo ese paraguas, podemos identificar los grandes problemas por resolver: la desigualdad social, la reducción de la pobreza extrema, el hambre, la violencia, el narcotráfico, la movilidad, el crecimiento de la población, el debilitamiento de las instituciones públicas y privadas, el agotamiento de las fuentes de energía tradicionales, el abasto y suministro de agua dulce, la destrucción de la capa de ozono, la pérdida de ecosistemas, la contaminación de ríos y mares y las asimetrías científicas y tecnológicas que diferencian a las naciones desarrolladas de las que no lo son.Mientras el mundo aparece expuesto a una serie de riesgos derivados de la pretensión de algunos gobernantes de perpetuarse en el poder, las políticas de bienestar social parecen alejarse. Mientras el gasto en armamento se incrementa, el compromiso con los electores se disuelve y la democracia parece cada vez más una utopía. En tanto los países con mayores recursos y desarrollo fortalecen sus sistemas educativos, los subdesarrollados se atrapan en visiones ancladas en el pasado. Mientras la revolución tecnológica ha impactado de lleno las formas de producción y las relaciones laborales en el planeta, nuestros jóvenes mantienen currículos educativos y de capacitación para el trabajo prejuiciados y obsoletos. En algunos países, se apuesta por la generación de energía renovable y no contaminante; en México, se insiste en proyectos anacrónicos. Las sociedades del primer mundo preservan sus bienes naturales y en nuestro país se depredan. Mientras la tecnología logra avances espectaculares y los algoritmos aparecen como las cumbres de la inteligencia abstracta y aplicada, nosotros volvemos al ábaco.Ahora bien, a tres años de ejercicio gubernamental, cuando se han tomado las grandes decisiones del régimen, nos acechan las más peligrosas (el embate sobre el INE y la sucesión presidencial) y aparece el riesgo de una lucha de clases que nos parecía impensable, ¿podemos considerar que vamos por el camino correcto? Definitivamente no. Los indicadores de la vida nacional revelan, en todos los órdenes, que cada vez más nos acercamos a una crisis cuyos costos serán enormes. Frente a esa realidad, ¿cómo lograr superar el contratiempo que enfrentamos? Solo hay una respuesta: prepararse y participar. No podemos permanecer solo como observadores. Tal vez si hoy hacemos lo que la cordura sugiere, un día nuestros hijos aprenderán a ser hermanos.
