Viernes, 19 de Abril 2024

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Los sótanos de Temaca…

Por: Isaack de Loza

Los sótanos de Temaca…

Los sótanos de Temaca…

Si algo ha sido digno de elogio en torno al debate que inició hace 16 años por la Presa El Zapotillo es el corazón que han puesto los habitantes del poblado de Temacapulín por preservar su derecho a vivir en paz. A la lucha para evitar que su casa, su historia, sus muertos, queden bajo el agua del Río Verde.

Y en un marcado contraste, lo repudiable en el mismo tema es el uso político del que se han servido los últimos dos aspirantes a la gubernatura de Jalisco para ganar simpatías de cara a una elección, y olvidarse de todo inmediatamente después de que los votos se depositaron en la urna.

Porque no es un secreto a voces: las muestras públicas de repudio por apostarle a esa carta sin saber cómo usarla le cobraron factura en su momento al ex gobernador Aristóteles Sandoval, y ahora ocurre lo mismo con el actual, Enrique Alfaro.

Porque sí: cuando eran oposición y necesitaron de ellos, los dos se dijeron aliados de los pueblos que estaban en riesgo de quedar inundados, y una vez que cambiaron su domicilio a Casa Jalisco, simple y llanamente le arrojaron el balón al Gobierno federal. Se desentendieron e incluso afirmaron que el proyecto que antes podía evitarse dotando de mejor infraestructura para el SIAPA, siempre sí era necesario.

Se entiende, entonces, que en una visita al lugar que fue usado descaradamente como bono político, lo menos que le ocurra a un personaje público de ese calado sea el abucheo.

Y eso fue lo que se llevó ayer Enrique Alfaro, quien decidió presentarse en la segunda visita del presidente Andrés Manuel López Obrador a “Temaca”, para actualizar los acuerdos respecto al futuro del polémico embalse.

Él decidió no hablar, al menos no en el escenario. Guardó tanta prudencia como pudo y soportó incluso que fuera el presidente, aquel que tiene las escrituras de los sótanos del poder que tanto han golpeado a Jalisco (Alfaro dixit), quien lo defendiera de la embestida ciudadana.

“Tengamos mucho respeto, como lo merece, el gobernador de Jalisco. Sí, porque ustedes son gente de buen corazón, son gente buena. Nada de odios. Nosotros tenemos que querernos mucho. ¿Saben cuál es el principio fundamental de la buena política? El amor al prójimo. Tenemos que unirnos, tenemos que reconciliarnos”, dijo el presidente en un ambiente más que relajado.

Notablemente incómodo, Alfaro aguantó. Molesto como en regañera semanal, pero aguantó.

…Por unos minutos, nada más, pues al cierre del evento protocolario, el gobernador se soltó al micrófono de los reporteros que acudieron a Temacapulín para cubrir la visita presidencial.

“Yo tengo que aguantar todo pensando en el bien de Jalisco, y lamento mucho que los grupos de Morena, que pretenden hacer de esto un tema político electoral, sean capaces de venir a hacer una escena como la que ustedes vieron”.

Los grupos de Morena, afirmó. Porque, evidentemente, si en Jalisco alguien se atreve a mostrar su inconformidad con las acciones y omisiones del Gobierno del Estado es porque persigue un fin político. “Busca que le vaya mal al Estado”. La lectura en blancos y negros ha sido el sello de la casa desde que inició su sexenio.

En un ataque de sinceridad, el gobernador se dijo decepcionado. Lamentó la petición ciudadana de que la cortina de El Zapotillo se llenara sólo a la mitad y, fiel al sello de su Gobierno, centró en él la inconformidad que le mostraron los ciudadanos.

Lo hizo, además, ocho años después de que el propio Alfaro le recriminó a su predecesor que “no se necesitan mesas de trabajo. Se necesita cumplir la palabra y tener pantalones: no inundar Temaca”.

En 2014 había un aliado por la defensa de su tierra. En 2021 esa tierra se convirtió en los Sótanos de Temaca.

El triste colofón es que centró la crítica en él, sin darle el mínimo respeto a una población que le plantó cara, y con mucha valentía, a las administraciones de Emilio González Márquez y Aristóteles Sandoval, y que tiene la energía suficiente para hacer lo mismo con esta administración y con las que sigan, porque el derecho de los pueblos a existir no se reduce a un pleito personal con el gobernador en turno, sino a una política de Estado.

De ese Estado al que juró servir. De ese Estado en donde viven quienes ayer lo abuchearon y de quienes abiertamente reconoció estar decepcionado.

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