Martes, 23 de Abril 2024

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Masacres; las balas hablan

Por: Diego Petersen

Masacres; las balas hablan

Masacres; las balas hablan

Hace mucho que dejaron de matarse entre ellos, pero a nuestras autoridades les gusta seguir pensando, al menos diciendo, que así es. Hace mucho que el terror se instauró entre nosotros y como única respuesta hemos ido cediendo primero la calle, luego el barrio, después la plaza. Es un asunto local, pero el gobernador Alfaro dice que es responsabilidad federal (por supuesto no opinaba lo mismo cuando era oposición). Hace mucho que las cosas ya no son como antes, sin embargo, las respuestas siguen siendo las mismas. Hace mucho que la violencia dejó de ser un acto de venganza entre grupos para convertirse en un lenguaje, como lo planteó Rita Segato a raíz de las muertas de Juárez, en una forma brutal de mandar mensajes a los otros grupos, a las autoridades, a la sociedad, pero los políticos siguen hablando de vendettas.

La masacre del sábado en Tonalá es un triste recordatorio de que cuando el crimen organizado crece (o más bien lo dejamos crecer porque a todos, políticos, empresarios, ciudadanos de a pie nos es más sencillo ceder un poco que luchar, que librar batallas que parecen imposibles), el Estado se anula a sí mismo. Porque si existe un grupo que sabe que puede llegar a balacear indiscriminadamente a una cuadrilla de trabajadores de la construcción que estaba tranquilamente comiendo mientras esperaba su raya, por los motivos que haya sido (es importante para la investigación, pero como sociedad nos da igual), es porque detrás hay años de impunidad, corrupción o simple claudicación de las instituciones del Estado.

Masacrados,  desaparecidos, cuerpos en fosas clandestinas... nos gritan a diario con el lenguaje de la violencia que vivimos en la indefensión y la impunidad

No se cuándo ni quién fue, pero el primer policía, procurador, gobernador, secretario de juzgado, juez o magistrado que decidió no investigar un asesinato porque, dijo, “se matan entre ellos”, o “cada muerto es un criminal menos en la calle”, fundó, consciente o inconscientemente, el pacto de impunidad, refrendado administración tras administración con discursos y acciones similares, por no decir idénticos. Esta no es la primera masacre en la administración de Alfaro (la del “vamos muy bien en seguridad”); tan sólo en este año van cinco. Lo que sí es la primera que pasa de 10: las otras, una en Ojuelos, dos en Tlaquepaque y otra en Guadalajara, tuvieron entre cuatro y siete muertos. Lo que tienen en común es que nada sabemos de los responsables; nada se investiga ni castiga.

Masacrados, levantados, desaparecidos, cuerpos en fosas clandestinas, familias rotas, huérfanos del narco, nos gritan a diario con el lenguaje de la violencia que vivimos en la indefensión y la impunidad. Que estamos fallando todos, unos por incompetencia, otros por corrupción, no pocos por complicidad y la mayoría, quiero creer, por miedo, pero todos, desde las familias y las empresas hasta policías, gobernantes, jueces y magistrados hemos fallado. Con diferente grado de responsabilidad, es cierto, pero todos hemos fallado.

Las balas hablan; el Estado y la sociedad enmudecen.  

diego.petersen@informador.com.mx

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