Viernes, 29 de Marzo 2024
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Orgullosamente mestizos

Por: Eugenio Ruiz Orozco

Orgullosamente mestizos

Orgullosamente mestizos

El 13 de agosto se cumplieron 500 años de la caída de Tenochtitlan en poder de los conquistadores españoles. Esa debería ser la fecha identificable para el surgimiento de una nueva raza: la nuestra, hibridación de las indígenas y la española. Pienso que ese motivo es suficiente para compartir una reflexión que ayude a entender los conflictos del mestizaje. Una ojeada a la historia nacional -reseña de nuestros encuentros y desencuentros- nos demuestra que, inmersos en nuestros prejuicios, tomamos partido por una de las dos versiones de los hechos: o somos indigenistas o somos españolistas. O exaltamos a Cuauhtémoc, aunque no tengamos claro qué hizo, condenamos a Hernán Cortés -a pesar de su extraordinaria hazaña-, y satanizamos también a Malintzin (Malinche) sin aceptar que la autoría de esa epopeya debe ser acreditada sustantivamente a esta mujer excepcionalmente inteligente, políglota y profunda conocedora de las diferencias y los odios prevalecientes en el mundo prehispánico. Malintzin -la llave de la conquista- fue consecuencia de una sociedad en la que los mexicas tenían sojuzgados por la fuerza a algunas etnias del altiplano y del sureste del entonces territorio del Imperio Azteca.

Concluida la Revolución, José Vasconcelos, Secretario de Educación en el gobierno de Álvaro Obregón, emprendió un esfuerzo monumental para consolidar una idea de nación a partir de la integración de las culturas occidental y nativa; se lograron avances muy importantes, sin embargo, prevalecen en nuestro comportamiento (¿subconscientemente?) algunos elementos que dificultan nuestra comprensión de la realidad y, por lo tanto, la aceptación de nosotros mismos como parte de una sociedad cuyos valores sustantivos deben ser la justicia, el respeto por la inteligencia y el espacio de los otros, además de la tolerancia como una forma de vida.

Samuel Ramos, tratando de encontrar una explicación razonable a por qué somos como somos los mexicanos, escribió en 1934 un libro titulado El perfil del hombre y la cultura en México, cuya lectura es conveniente para quienes toman decisiones y, en general, para aquellos interesados en nuestro país. Es un libro fuerte, en algunos párrafos cruel, porque al exponer las causas de nuestra idiosincrasia puede lastimarnos -a los mexicanos no nos agrada la verdad-, pero ayuda a comprender esa tendencia, al parecer inevitable, a polarizar nuestras posiciones, descalificando a quienes no piensan como nosotros.

Un hecho cierto es que cumplimos cinco siglos de mestizaje. Ya no somos una nación joven, sin embargo, hay algunas incluso mucho más recientes que han alcanzado un mayor nivel de desarrollo, como es el caso de Australia y Canadá. Es hora de desprendernos de los fantasmas que nos limitan. Con todo respeto al pasado, ¿a mí qué me importan los conflictos de hace medio milenio? Lo que debe importarme es qué vamos a hacer para lograr que millones de jóvenes piensen en México como una opción válida para vivir y no en emigrar. Finalmente, recordemos la parábola de la mujer de Lot: el que voltea hacia atrás se convierte en sal. La vida no está en lo que fue, está en lo que queremos ser.

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