Jueves, 28 de Marzo 2024

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Ruth Bader Ginsburg, un grito de guerra

Por: Gabriela Aguilar

Ruth Bader Ginsburg, un grito de guerra

Ruth Bader Ginsburg, un grito de guerra

“No pido ningún favor para mi sexo. Todo lo que les pido a nuestros hermanos es que nos quiten el pie del cuello”, citó la activista estadounidense Sarah Grimké en un joven e independiente Estados Unidos dos siglos atrás.

Y con esa misma visión, Ruth Bader Ginsburg revolucionó a la Suprema Corte de Justicia durante las últimas tres décadas, la mujer que dedicó su vida a la equidad de género desde el más alto peldaño de la ley, y que el pasado viernes vistió de luto a la sociedad e hizo ondear a media asta las banderas estadounidenses con su partida, a los 87 años. Y es que ella tuvo claro que un pequeño movimiento en la balanza era suficiente para alcanzar la libertad.

Desempeñarse en un mundo masculino sin perder su esencia fue algo que la definió y que le ganó la admiración de los hombres con los que trabajó codo a codo durante décadas, aunque desde cosmovisiones diferentes, como fue el caso del juez Antonin Scalia, quien no dudó en reconocer el valor de una mujer progresista desde la trinchera conservadora que él defendía, ya que Ginsburg tenía la capacidad de eclipsar con sus argumentos, los mismos que le permitieron ser reconocida no sólo por su incidencia en la ley estadounidense, sino por mostrarse sin filtros y sin temor a exponer una postura feminista, pero también crear puentes ideológicos más allá de los votos y que trascendió a las redes sociales.

Fue una mujer de retos. Aunque no salió a las calles en las marchas recientes por los derechos de las minorías, su esencia siempre estuvo presente como estandarte, pues su voz fue aliento en los movimientos de los últimos años en Washington, donde se le consideraba la mujer más poderosa, en una sociedad abiertamente polarizada. Nunca pidió un favor para el género que representaba, por el contrario, luchaba contra el yugo que durante siglos las leyes impusieron a las mujeres, un discurso que las feministas de todos los países defienden hoy en día y las hace exigir respuestas y justicia a los gobiernos, pues en sus propias palabras, una de sus frases más poderosas sintetiza su trascendencia: “Lucha por las cosas que te importan, pero hazlo de una forma que lleve a que otros se te unan”. Y las mujeres han probado estar unidas.

Vivir en su propia piel la discriminación laboral la llevó a trabajar arduamente por sus derechos desde los años setenta al fundar el Proyecto de Mujeres de la Unión para las Libertades Civiles en América y comenzar una ruta legal que la dirigió con pasos sólidos a la Suprema Corte de Justicia estadounidense en 1993, y convertirse en la segunda mujer en ingresar a la institución que dicta las leyes en ese país y que hasta la partida de la jueza contaba con tres mujeres entre los nueve miembros que la conforman.

La ruta que Ginsburg se trazó sobre la equidad incluyó la discriminación de género, académica, salarial, el derecho al aborto responsable, la defensa al voto afroamericano e incluso la abolición de la pena de muerte, entre otros rubros, que le valieron el ojo público al punto de reflejar su vida en el filme “On the basis of sex” (2018) en el umbral de sus 25 años haciendo historia en la Suprema Corte.

A la jueza, quien luchó durante dos décadas contra el cáncer, se le rindieron homenajes como a un icono pop, y aunque no alcanzó a ver una Corte Suprema conformada por nueve mujeres como siempre deseó, su legado continúa entre la incertidumbre al interior del organismo, pues en una minoría de izquierda, la decisión del presidente Donald Trump a un par de meses de las elecciones determinará hacia dónde se inclina la balanza en el Tribunal una vez que se dé a conocer quién ingresará a la institución ya de por sí con tendencia conservadora.

puntociego@mail.com
 

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