Jueves, 25 de Abril 2024

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Sugerencia municipal número 714 (vuelo para Sidney)

Por: Juan Palomar

Sugerencia municipal número 714 (vuelo para Sidney)

Sugerencia municipal número 714 (vuelo para Sidney)

En realidad, son varias solicitudes. La primera es que se ponga de inmediato (o antes si es posible, como decía el inefable viejo Ignacio Díaz Morales) un jardín como de mil metros en el tan fallido cruce de Circunvalación Jorge Álvarez del Castillo y Plan de San Luis. Haga memoria el improbable lector: un peladero desconcertante, un cruce peatonal suicida, una total descompostura del espacio público: ¿Qué hacer? Para empezar, tomar los mil metros de concreto de alta huella de carbono, y que están tapizados al norte del cruce de boyas, y destruirlos. Luego poner una buena cantidad de tierra de campo y a una jardinera exemplar como Alejandra Sube para que haga su magia blanca. O verde. Los pasos subsiguientes ya se irán viendo.

Otra: El Colegio de Ingenieros tuvo el buen gusto y el tino de incorporar ya el busto de don Enrique Dau en la glorieta en donde ponen a los ingenieros destacados. Da la casualidad de que en los últimos meses de su vida el citado y tan llorado señor Dau recibiera la solicitud de integrar, en la peculiar trabe curva que sirve de soporte a los señorones de la ingeniería civil, a cuatro ingenieros civiles, cuatro: Pedro Castellanos, Rafael Urzúa, Ignacio Días Morales y Luis Barragán, en ese orden. Todos estudiaron y practicaron la ingeniería civil y luego, en un avatar espectacular, se convirtieron en arquitectos. Luis Barragán hacia 1950, Díaz Morales en Bosenchén hacia 1947, Pedro Castellanos hacia 1938 y Rafael Urzúa hasta aproximadamente 1975. De ahí para atrás, los cuatro eran conocidos por su PRIMER título, de ingenieros. Luego chaquetearon, pero esa es otra historia. A ver si se anima el Colegio de Ingenieros a poner una pica en Flandes y ganarle una partida a todos los colegios y academias de arquitectura que haya.

Tercera: Por favor, quitar a la señorita enfermera de bronce que pusieron a medio Paseo Alcalde, en el cruce de Hospital. Es muy comprensible el hecho. Las enfermeras son heroínas ejemplares, todos estamos en eso de acuerdo y hay que rendirles todos los honores posibles. Posibles, porque esta invasión del Paseo Alcalde con otro mono que rompe lo más importante, la perspectiva axial, es imposible, igual que se hizo con la innombrable cabezota de un señor al que de tanto pensar le creció un árbol en los sesos. Por otro lado, es la puerta para así seguirle: los soldadores, los pescadores, las hetairas, los fontaneros, los guasaneros: la lista es infinita. Ya está la solución: poner a la señorita enfermera de bronce sobre la orilla del Jardín Botánico, al puro eje de uno de los mayores edificios de Occidente: el Hospital Civil de Belén. Y hacerlo con mejor tino y gusto, porque hasta la base de cal y canto que sirve de pedestal a la señorita enfermera está toda chueca.

Ni modo, aquí, a esta dirección electrónica, se espera por favor la respuesta del Ayuntamiento y de Alejandra Sube para el primer caso; la respuesta para el segundo punto de parte del Ayuntamiento y el Colegio de Ingenieros Civiles; y las respuestas para la tercera sugerencia del Ayuntamiento y del Patronato del Museo Alcalde. Vale.

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