Martes, 23 de Abril 2024
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“Honrar a Dios con el corazón”

Dios nos pide que hagamos una revisión constante de nuestras prácticas religiosas para verificar su validez, autenticidad, y evitar un culto vacío

Por: Dinámica pastoral UNIVA

«¡Qué bien profetizó Isaías sobre ustedes, hipócritas, cuando escribió: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí». WIKIMEDIA/«Maldiciendo a los fariseos», de James Tissot

«¡Qué bien profetizó Isaías sobre ustedes, hipócritas, cuando escribió: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí». WIKIMEDIA/«Maldiciendo a los fariseos», de James Tissot

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA

Dt. 4, 1-2. 6-8.

«En aquellos días, habló Moisés al pueblo, diciendo: “Ahora, Israel, escucha los mandatos y preceptos que te enseño, para que los pongas en práctica y puedas así vivir y entrar a tomar posesión de la tierra que el Señor, Dios de tus padres, te va a dar.

No añadirán nada ni quitarán nada a lo que les mando: Cumplan los mandamientos del Señor que yo les enseño, como me ordena el Señor, mi Dios. Guárdenlos y cúmplanlos porque ellos son la sabiduría y la prudencia de ustedes a los ojos de los pueblos. Cuando tengan noticias de todos estos preceptos, los pueblos se dirán: ‘En verdad esta gran nación es un pueblo sabio y prudente’.

Porque, ¿cuál otra nación hay tan grande que tenga dioses tan cercanos como lo está nuestro Dios, siempre que lo invocamos? ¿Cuál es la gran nación cuyos mandatos y preceptos sean tan justos como toda esta ley que ahora les doy?’’».

SEGUNDA LECTURA

St 1, 17-18. 21b-22. 27.

«Hermanos: Todo beneficio y todo don perfecto viene de lo alto, del creador de la luz, en quien no hay ni cambios ni sombras. Por su propia voluntad nos engendró por medio del Evangelio para que fuéramos, en cierto modo, primicias de sus creaturas.

Acepten dócilmente la palabra que ha sido sembrada en ustedes y es capaz de salvarlos. Pongan en práctica esa palabra y no se limiten a escucharla, engañándose a ustedes mismos. La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre, consiste en visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y en guardarse de este mundo corrompido».

EVANGELIO

Mc 7, 1-8. 14-15. 21-23.

«En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén. Viendo que algunos de los discípulos de Jesús comían con las manos impuras, es decir, sin habérselas lavado, los fariseos y los escribas le preguntaron: “¿Por qué tus discípulos comen con manos impuras y no siguen la tradición de nuestros mayores?” (Los fariseos y los judíos, en general, no comen sin lavarse antes las manos hasta el codo, siguiendo la tradición de sus mayores; al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones, y observan muchas otras cosas por tradición, como purificar los vasos, las jarras y las ollas).

Jesús les contestó: “¡Qué bien profetizó Isaías sobre ustedes, hipócritas, cuando escribió: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. Es inútil el culto que me rinden, porque enseñan doctrinas que no son sino preceptos humanos! Ustedes dejan a un lado el mandamiento de Dios, para aferrarse a las tradiciones de los hombres”.

Después, Jesús llamó a la gente y les dijo: “Escúchenme todos y entiéndanme. Nada que entre de fuera puede manchar al hombre; lo que sí lo mancha es lo que sale de dentro; porque del corazón del hombre salen las intenciones malas, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, las envidias, la difamación, el orgullo y la frivolidad. Todas estas maldades salen de dentro y manchan al hombre”».

“Honrar a Dios con el corazón”

“Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”. “Del corazón del hombre, salen los malos propósitos”. Con estas dos frases es como Jesús acusa la falsedad de los fariseos y a todo el pueblo en general respectivamente. Este evangelio va dirigido, hoy en día, para esos nuevos “fariseos” a los que les encanta controlar la vida de los demás, determinan la bondad o no de las personas, exigen frutos de santidad, pero su vida, poco o nada, tiene para ofrecer.

Esas actitudes farisaicas, a las que Jesús tanto acusó, hoy se hacen presente en la vida de la Iglesia. Hoy vivimos una religión que cada día se parece más a un lugar de intercambio, de comercio; con muy poco entusiasmo y generosidad de parte de sus integrantes, incluso hasta de sus pastores; una comunidad que con facilidad pierde la alegría y su apertura a los demás. Todo esto nos hace vivir en un culto vacío, que no da sentido a nuestra vida, que no responde a nuestras mayores necesidades, y lo más importante, nos impide tener un encuentro personal y profundo con Dios que nos lleve a vivir plena y profundamente como sus hijos.
La verdad es que solemos tener miedo de comprometernos con Dios; nos asustan sus exigencias. Queremos servir al Señor sin ser capaces de pagar la factura que ello implica. Vivimos un cristianismo de ciencia ficción, hacemos de nuestra religión una mera caricatura, trayendo como consecuencia la falta de fe y de compromiso.

Vivir nuestra religión nos ayuda a purificarnos y convertirnos de corazón, pero esto no se logra por arte de magia. No honramos a Dios sólo con los labios, si está ausente el corazón. Lo que Dios nos pide a cada uno de nosotros es que hagamos una revisión constante de nuestras prácticas religiosas para verificar su validez, autenticidad, y evitar un culto vacío.

La palabra que Dios nos ofrece para reflexionar en este domingo sin duda que no deja de ser un regalo que nos viene de lo alto y a nosotros nos toca meditarla detenidamente, pedirle a Dios que sea ella la que nos ayude a cambiar de mentalidad y de conducta, porque todos hemos vivido o vivimos, poco o mucho, de un ritualismo religioso, pero ojalá sepamos “ver más con el corazón”, de lo contrario seguiremos condenados a vivir con apariencias, faltos de una vida plena en Dios.

Cuerpos encarnados vivificando al mundo

Para el hombre contemporáneo de la modernidad liberal, su propia primacía sobre los demás está fuera de toda duda, y además cree que su existencia es gracias a sus propios esfuerzos. Así, el representante de tal modernidad elaboró un relato en el que “yo” es el único sujeto capaz de actuar: yo pienso, yo expreso, yo soy significativo, yo construyo, yo destruyo, yo incluyo, yo excluyo.

Para este hombre, ser “yo” es la realidad más primaria e inmediata. Si este “yo” así lo desea, el “otro” sólo será un cuerpo inmóvil, una especie de objeto a su alcance, como algo que puede servir a sus propios intereses. Considerado como una cosa-cuerpo, ese otro le es indiferente: su desaparición o ausencia no representa una pérdida irreparable.

Aunque en ocasiones el sujeto de la modernidad liberal se sorprenda por el dolor ocasional y momentáneo que pudiera llegar a sentir, su intelecto pragmático le recuerda que todo puede ser reemplazado. Cosificándolo, el cuerpo del otro se convierte en “eso”, en cualquier cosa que puede ser ignorada, evitada, silenciada, controlada.

Pero también, en tanto que “eso”, el otro puede ser un espectáculo que da placer, alegría, satisfacción; un recurso para producir o un producto a consumir. Todo “eso” que se encuentra frente a mí, ¿es realmente un objeto que pueda manipular?

Jesús nos enseña en los Evangelios que no somos cosas sino cuerpos encarnados, vivientes. El cuerpo encarnado siempre se escapa de las manos que quieren atraparlo, de las intenciones que quieren sujetarlo. El cuerpo encarnado es un cuerpo viviente que siente y es impulsado por deseos, que expresa su intimidad a través de gestos, palabras, acciones. El cuerpo viviente está presente para revelar que el mundo no está ordenado sólo para mí, ni por mí. La presencia encarnada del otro humano, si bien me coloca en el caos, como una experiencia cuántica de cuerpos sensibles que se configuran constantemente, también, en los encuentros y enfrentamientos, me recuerda que hay vida en el mundo. Mi encuentro con el cuerpo encarnado de los otros seres humanos vivifica al mundo y no sólo le da sentido. 

Salvador Ramírez, SJ - ITESO

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