Sábado, 23 de Noviembre 2024
Cultura | Bronca atronadora, anoche, con el ''Ocaso de los dioses''

El vaso medio lleno o medio vacío de las herederas Wagner en Bayreuth

No convenció Frank Castorf con su colección de matones, dioses borrachos y chicas sexy, sean de motel-gasolinera o en Wall Street

Por: EFE

''El Ocaso de los Dioses'', en versión dirigida por Frank Castorf y trasladada a Wall Street. EFE /

''El Ocaso de los Dioses'', en versión dirigida por Frank Castorf y trasladada a Wall Street. EFE /

BAYREUTH, ALEMANIA (01/AGO/2013).- El "Anillo del Nibelungo" de Frank Castorf cosechó algo más que los abucheos rituales del tradicionalista Festival de Bayreuth, algo que salpica a las hermanas Katharina Wagner y Eva Wagner-Pasquier al frente de una empresa volcada al culto a su bisabuelo.

Bronca atronadora, anoche, con el " Ocaso de los dioses", en un teatro cuya fachada amenaza ruina y con el vecino Museo Richard Wagner a merced de las grúas, en vías de ampliación: estos fueron los puntos feos más visibles del 102 Festival de Ópera de Bayreuth.

Nada que ver con lo que se espera de un edición del certamen programado como plato fuerte del bicentenario del nacimiento del compositor, cuya música es tan venerada por unos como odiada por otros pero al que se considera cumbre del germanismo operístico.

La temporada se abrió el 25 de julio con una reposición del "Holandés errante" de Jan Philipp Gloger abucheado en su estreno, en 2012, y mejor asimilada en su segunda temporada en cartel.

Luego llegó Castorf con un "Anillo" efectista, en el que el director berlinés pretendió trazar un viaje planetario por la lucha por el poder y la corrupción, trasladada al oro negro, el petróleo.

La producción recibió la primera tanda de abucheos con "El Oro del Rin", luego "La Valkiria" calmó algo las aguas, para desatarse la siguiente tempestad con un grotesco "Sigfrido" con kalashnikov y cerrarse el ciclo en bronca atronadora, con el "Ocaso".

Castorf, que no había salido a saludar hasta entonces, lo encajó con arrogancia, desafiando los abucheos del templo wagneriano desde el escenario entre gestos de "no habéis entendido nada".

No convenció con su colección de matones, dioses borrachos y chicas sexy, sean de motel-gasolinera o en Wall Street, pese a las impactantes escenografías con los rostros de Marx, Stalin, Lenin y Mao en las Mount Rushmore o plantas petroleras soviéticas.

Completarán la temporada del bicentenario el "Tannhäuser" de Sebastian Baumgarten, despreciada desde su estreno, en 2011, y el asimismo vapuleado "Lohengrin" de Hans Neuenfels, de 2010.

Mal balance, sobre el papel, para las biznietas de Wagner, a quienes en 2008 transfirió las riendas de Bayreuth su padre y patriarca, Wolfgang Wagner, artífice en los 50 de la refundación del festival tras la etapa de sumisión entusiasta al Tercer Reich.

Las herederas no lograron convencer a Wim Wenders ni a otros cineastas para el primer "Anillo" bajo su gestión, tal vez por la mala fama atesorada por el lugar bajo el autoritario Wolfgang.

Sí han logrado, en cambio, atraerse las mejores voces del universo wagneriano -fuera de Waltraud Meier, que se cansó de los ataques de ira Wolfgang y nunca más volvió- y también las mejores batutas.

A Christian Thielemann, director mimado por Bayreuth en los últimos años, le salió ahora un competidor que la tempestad sobre Castorf convirtió en héroe del "Anillo": Kirill Petrenko, nuevo director la Ópera Nacional de Baviera.

Fue, en lo musical, un "Anillo" tal vez histórico, con un único lamparón -el Sigfrido de Lance Ryan- y unos grandiosos Catherine Foster -Brünnhilde-, Anja Kampe -Sieglinde-, Nadine Weissmann -Erda-, Martin Winkler -Alberich- y Wolfgang Koch -Wotan-.

Está por ver si ello será suficiente para convencer al patronato rector del festival de prolongar el mandato a las herederas, que expira el 2015.

El apellido pesa mucho en un festival fundado por Richard Wagner en 1876, cuatro años después de colocar la primera piedra del teatro, y que mantiene el perfil de empresa familiar.

Pesa, pero no lo es todo. Está también el factor éxito, del que depende la financiación de una empresa que presume de listas de espera de hasta años para cada una de sus localidades, pero que abre apenas cuatro semanas al año, las que dura el festival.

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