"Fue un año duro pero muy lindo y lo repetiría sin dudar. Tardé dos meses en aprender a hablar otra vez, un mes más en conectar cinco notas y cuando, por fin, pude juntar líneas melódicas me di cuenta de que lo que quería era cantar, cantar bajo la ducha, y si lograba volver a los escenarios, a grabar, eso ya sería un extra", confiesa el mexicano (1972). En ese proceso hubo lágrimas, pero "de felicidad". Una noche llevó a sus hijos, Dario y Mateo, a la cama y les cantó, en la audición "más difícil" de su vida, "su" nana, la que dice -y la entona- "riquirán, riquirón, vamos a mecernos al sillón". "Y seguí cantando. La acabé y salí con lágrimas y le dije a mi esposa, Lucy, 'ya lo logramos' y nos abrazamos. Todo lo que me sucede en mi carrera es un regalo. Estoy felicísimo, estoy viviendo los momentos más dichosos, mas intensos de mi carrera como cantante de ópera", subraya Villazón, al que detectaron en 2009 la causa por la que tuvo que suspender en el Met de Nueva York aquel año. El quiste, del que fue operado, le dio la oportunidad de "apreciar el canto", revalorizar lo que había en su vida, considerarse "mucho más que un tenor" y hacer todo lo que "latía" en su interior como artista, entre otras cosas, escribir por fin la novela que venía imaginando desde hacía siete años. Enfrentarse a "Malabares", una historia de amor a varias bandas "que junta payasos y filosofía", ha sido una "maravilla" porque sus personajes, "arquetipos que hablan de lo que importa a todo el mundo", capaces "de transformar el caos" y dejar una sonrisa, se convirtieron en parte de su vida. Escribió "por escribir", sin mucha idea de publicar, pero se lo enseñó a su amigo, el escritor mexicano Jorge Volpi, que le dio "una clase maestra" puliéndola durante cinco días, y después tuvo la fortuna de "encontrar" para editarla a Espasa, que se interesó, dice, "por su valor literario" y no porque el fuera Villazón. "Me preguntaron '¿tú quieres publicar una novela o ser escritor?'. Y yo dije, 'soy escritor'. Es la primera de un gran proyecto para toda la vida. Ya estoy escribiendo la segunda", subraya "el también", se ríe, director de escena, caricaturista y "coach" de programas de televisión. "Autolimitarse es ahorrarse muchos riesgos y muchos errores pero también muchas alegrías", resume sobre su "renacentismo". Acaba de editar "Villazón Verdi" (Deutsche Grammophon), aprovechando la ocasión del bicentenario del nacimiento del compositor italiano pero sobre todo porque su música le "toca el corazón" desde que debutara con el Alfredo de "La Traviata" en Chihuahua (México).