GUADALAJARA, JALISCO (12/OCT/2016).- Con un dron y un helicóptero revoloteándole encima en la oscuridad de las seis de la mañana, decenas de cámaras de televisión y celulares grabándola, aplausos, gritos de ¡Viva La Generala!, escolta militar armada y acompañamiento de banda de música, salió de la Basílica la Virgen de Zapopan este día 12, su día y -coincidentemente- el día de la llegada de Colón a América.En esos momentos, todo México está dormido en las calles del recorrido, miles de personas desperdigadas sobre la hierba y envueltas en sábanas por plazas y parques, abren los ojos y buscan sus lugares junto a la calle.Los pies de niños que se asoman por montones debajo de las ropas de mujeres o alineados sobre las aceras empiezan a moverse; decenas de policías que conversan en grupos para ahuyentar el sueño, abren los ojos y empuñan los walkie-talkies o arrancan las motos; los vendedores recuperan los bríos porque al amanecer viene el deseo de desayunar, y tienen que estar listos porque el desfile se llevará con él a los posibles clientes, mientras desde todas las calles bajan ríos de gente que prefieren dormir en casa para estar descansados a esta hora, antes de la gran marcha que se avecina.La Virgen -pequeña y en andas- es llevada hasta el carruaje, desde donde empezó la verdadera procesión, con miles de personas mirando desde las aceras o caminando paralelo al desfile, y otros tantos detrás, como una larga cola de cientos de metros.Delante de todos, miles de danzantes y músicos agrupados bajo estandartes de distintos colores, abrieron el camino a la Virgen, con los tambores marcando el ritmo desde la distancia.Y en esta procesión, más que Guadalajara, más que Jalisco, más que México, está toda América, la indígena y la europea que se encontraron -para bien o para mal- un día como hoy hace 524 años, y la mestiza, esa hija complicada que salió de ambas, que toca tambores y se pinta y viste como para hacer la guerra a los españoles que trajeron la Virgen, mientras le danza y la escolta a la salida de su catedral neogótica.Y los otros México, el que viene de lejos y de abajo y no tiene con qué pagarse una habitación de hotel en Guadalajara, y pasa la madrugada sobre el suelo del parque cuidando a sus niños que duermen a pierna suelta, el que llegó de Estados Unidos para reencontrarse con su fe y su familia -como Marta Soto: "yo vivo en Los Ángeles pero he estado en la Romería desde hace 50 años"- y el que va con premura a la procesión porque durmió en casa pero sabe que tiene que regresar al trabajo en la tarde, como Luis Villalba: "después de aquí vuelvo a mi oficina".Y estuvieron el México transgresor, como Arturo y Sergio que tomados de la mano seguían contentos el carruaje sagrado, y por supuesto, el tradicional, reforzado por cientos de familias que en sillitas o pegados bajo un árbol -papá, mamá, e hijos- contemplaban extasiados a la Virgen.Y el México violento que se enternece con ''La Generala'' pero se lía a puñetazos -cuando no a tiros- para resolver sus problemas, como pasó la víspera en el cruce de las avenidas Ávila Camacho y San Jorge y dejó más de 20 detenidos -¿qué le habrían pedido esos a La Pacificadora? y el México de bien que le da gracias y le pide a la Virgen por la salud y la vida propias, cada vez más en juego, y por las de los demás.La Romería de la Virgen de Zapopan fue, por unas horas esta mañana, el río más fuerte y más grande que tiene este país, y el más mexicano. EL INFORMADOR / HENRY CONSTANTIN / COLABORADOR