En noviembre de 2019, a un mes de haber iniciado las obras del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), se localizaron los primeros restos de megafauna prehistórica en las inmediaciones de Santa Lucía, en el Estado de México.Bajo la supervisión del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), hasta ahora se han recuperado más de 50 mil restos paleontológicos, lo que convierte a la localidad en el acervo en la materia más extenso de América Latina.Durante el Pleistoceno Tardío, las inmediaciones de Santa Lucía fueron parte del lecho del lago de Xaltocan. Pastizales, ciénagas y praderas pudieron ser un refugio para una gran variedad de mamíferos durante el Último Máximo Glacial.Gliptodontes, perezosos terrestres y camellos americanos coexistieron en ese entorno junto con otros animales como el lobo pleistocénico y el dientes de sable. No obstante, el más imponente de todos fue el mamut colombino (Mammuthus columbi), el único que habitó en el actual territorio mexicano y una de las tres especies que se encontraron en América.Un poco de historiaLa noticia de restos fósiles en esta localidad desde 1950, junto con otras evidencias arqueológicas, fueron antecedentes del proyecto de salvamento arqueológico-paleontológico como parte de las obras de construcción del AIFA, iniciado en 2019 por la Secretaría de Cultura del Gobierno el México, a través del INAH, bajo la dirección del doctor Rubén Manzanilla López. La gran cantidad de hallazgos motivó a que desde el inicio de las obras se planteara la necesidad de establecer un museo y un centro de investigación.Con el objetivo de comprender los procesos involucrados para que los restos de megafauna quedarán depositados ahí, surgió el proyecto “La Prehistoria y Paleoambientes del Noroeste de la Cuenca de México”, codirigido por el doctor Joaquín Arroyo-Cabrales, y el cual reúne diversas disciplinas como la geología, la física, la química y el ADN antiguo que, junto con la arqueología y la paleontología, analizarán los contextos paleontológicos.“Es uno de los depósitos con mayor abundancia de restos de mamuts en Norteamérica, no sabíamos que en este espacio tendríamos esa cantidad de huesos, las grandes excavaciones de la construcción permitieron su recuperación”, indicó Arroyo-Cabrales.Sin embargo, a pocos meses de comenzar los trabajos de muestreo, el análisis e interpretación de los depósitos se pospusieron a causa de la contingencia sanitaria por la COVID-19.Para la presidenta del Consejo de Paleontología del INAH (ConPal), Felisa Aguilar Arellano, la labor de investigación que posibilita una comprensión más profusa del pasado en este sitio apenas comienza. “El trabajo en los laboratorios nos permitirá precisar el tipo de ambiente de depósito de los materiales fósiles, la temporalidad y la cantidad específica de especies. Conforme se vayan procesando, puede que se reduzca o se amplíe la cantidad de individuos y de especies que en su momento fueron estimados”.En el caso de los mamuts colombinos se planea la realización de estudios en molares y fechamientos de radiocarbono, utilizando espectrómetros de masas. La integración de los resultados de los análisis de las muestras arrojará información novedosa para conocer las adaptaciones al medio, dinámicas poblacionales e incluso las relaciones de parentesco que hubo entre los proboscídeos del México prehistórico.“Imagínense que lo que tenemos a través del registro fósil son cajas del tiempo. Aquí lo que necesitamos son ojos, preguntas y técnicas adecuadas para recuperar esa información y dar una respuesta a lo que pudo haber sucedido en el pasado”, remató la paleontóloga.