Hace un par de meses me contaron una de esas historias urbanas bonitas que vale la pena contar. Estaba yo sentado, trabajando con particular entusiasmo, cuando alguien timbró a mi casa, me dijo que tenía un paquete para mí y que necesitaba mi INE para entregármelo. Cuando salí me encontré con un cartero del Servicio Postal Mexicano (SEPOMEX); de esos que donde vivo no suelen ser lo más comunes, porque ahora muchas personas piden todas las cosas por Amazon.Cuando abrí el cancel vi que la moto del cartero tenía un peluchito deslavado de Mickey Mouse amarrado al frente y, debo decir que, aunque Mickey no goza de mi admiración, si me llama particularmente la atención porque dicen que nació un 18 de noviembre, igual que yo, cuando se estrenó su primer corto animado. Dato cultural importantísimo aparte, siguiendo las enseñanzas de Renee De la Torre, (suena como a libro de Carlos Castaneda, lo sé, lo amerita), me puse a platicar con el cartero, porque me parece imprescindible platicar con otras personas cuando algo nos da curiosidad y ellas tienen disposición.Le dije entonces al cartero:-¡Qué chido está tu Mickey!A lo que respondió:-¿Verdad que sí? Nomás que ya está todo descolorido, al rato me lo cambia la señora, es un angelito que me anda cuidando.Pensé que con "la señora" se refería a su esposa y no reparé mucho en eso, pero como podrán imaginar, su respuesta solo aumentó mi curiosidad, así que le pregunté:-¿Y desde cuándo te cuida este angelito?Fue entonces que el cartero, a quien llamaré Hermes para mantener su anonimato, sin bajarse de su moto ni quitarse su casco me contó lo siguiente. En sus más de 30 años trabajando en el servicio postal ha pasado por muchas rutas de entrega, hace tiempo, cuando entregaba en una colonia del sur de la ciudad, se encontró con un niñito que siempre salía corriendo a saludarlo. Hermes me dijo que la primera vez que se encontró con el niño se percató de que este le pedía algo, pero no lograba entenderle bien porque apenas estaba aprendiendo a hablar, supo el mensaje gracias a que la mamá del pequeño le tradujo: "dice que si le da una vuelta en su moto".A partir de ese primer encuentro con él, Hermes subía al niño para que se emocionara, le daba una vueltita con cuidado y luego lo bajaba. Situación que se repitió en varias ocasiones: él pasaba por esa calle y el niño lo esperaba para que lo subiera, con el permiso de su mamá. Los paseos ocasionales se repitieron hasta que, un día, después de no ver al niño varias veces, salió la mamá de casa y le contó que el niño tenía leucemia, por lo que ya no podía salir a subirse a la moto. A los pocos meses de esta triste noticia, la mamá salió nuevamente y le notificó a Hermes que el niño había muerto.Rondas después de la muerte del niño, la señora salió un día y le colocó un peluchito de Mickey que el pequeño solía tener con él, le dijo “lléveselo con usted para que lo siga paseando y él me lo cuide”. Cuenta Hermes que desde entonces han pasado muchos peluchitos de Mickey por su moto porque, cuando ya están muy desgastados, la señora se los cambia, incluso a pesar de que su ruta de entrega ya no pasa por su casa, ella va hasta las oficinas a donde él está adscrito y se los cambia. Dice también que no tiene idea de lo que hace con los “miquis” desgastados que le recoge.Para Hermes, llevar al angelito en su moto no ha sido una práctica exenta de dificultades. En una ocasión un supervisor le llamó la atención por tener al peluchito atado a la moto y le pidió que lo retirara de una manera grosera: "ya está grandecito para traer eso ¿no?". Hermes resistió sin contarle el significado del peluche al supervisor, pero cuando le amenazó con levantarle un reporte lo quitó. Fue entonces que un compañero cartero le dijo al supervisor “aunque se lo quites, al rato va a traer otro”, su superior pensaba que aquello se trataría de una provocación a su autoridad, hasta que presenció cuando, un día, la señora llegó a las oficinas y le puso un Mickey nuevo a la moto. Entonces supo la historia y nadie más le ha impedido al Mickey pasear en la moto y cuidar al cartero.Hermes accedió a contarme toda esta historia mientras me entregaba mi paquete, sacándome de mi rutina de manera excepcional, recordándome que, detrás de cada curiosidad que nos encontramos en la calle puede existir una historia extraordinaria, susceptible a ser contada a la mínima pregunta, me pregunto aún ¿cuántas historias como esta descansarán en los cientos de peluches que transitan todos los días por la ciudad?