
Cien años de “El Gran Gatsby”, el eco de los sueños imposibles
El 10 de abril se celebra el centenario de la publicación de una obra que marcó un antes y un después en el mundo de la literatura

Con el “Gran Gatsby” se lanza una crítica a la sociedad norteamericana emanada de la Primera Guerra Mundial, su lujo, derroche, soledad y sobre todo una historia de amor destinada a fracasar. AFP
El camino hacia los sueños es, muchas veces, un sendero empedrado, sinuoso, que en su recorrido va haciendo del sueño mismo un objetivo inalcanzable, distante. Y al final del camino, de la lucha, de todas las lágrimas y esfuerzos; del sudor y los sacrificios, no queda más que la certidumbre terrible de que el sueño tan perseguido y anhelado se convirtió, o fue siempre, una pesadilla.
“El Gran Gatsby”, de Francis Scott Fitzgerald, es una novela que, aunque ubicada en un contexto histórico específico —Estados Unidos en la época de los 20—, retrata como pocas obras esa búsqueda infructífera —pero ante todo humana— de los sueños, esos juegos del destino que por más que luchemos en su contra nos encaminan al fatalismo y la decepción, un retrato de las esperanzas fallidas de una sociedad —las de entonces, las de hoy y las de siempre—, que se creyó joven y eterna, y que se precipitó al desencanto por su propia mano.
Por su gran valor literario, su inmensa calidad humana, y la gran maestría con la que retrata personajes que sin importar su reticencia no consiguen escapar de sus propios destinos y sus luceros marcados, “El Gran Gatsby” se ha convertido en una de las obras cumbres de la literatura universal.
Cien años después, la novela sigue mostrándonos con todo el poder que tienen las letras nuestra realidad como simples seres humanos: por más grandes que nos percibamos, por más invencibles que nos haga creer el amor que somos, por más eternos que nos hagan sentir nuestras glorias efímeras, no hay nada que podamos hacer ante los desfiladeros a los que nos encamina la vida, más que sentarnos a contemplar cómo las fantasías construidas por tanto tiempo se desmoronan en pedazos ante nuestros ojos.
Una crítica al sueño americano
“El Gran Gatsby”, publicada el 10 de abril de 1925 en Estados Unidos, narra el ascenso y la posterior decadencia de Jay Gatsby, un joven millonario rodeado de secretos, cuya riqueza misteriosa responde a su interés por recuperar a la hermosa Daisy Buchanan, una mujer imposible y acaudalada con la que Gatsby tuvo un romance en su juventud antes de partir a la guerra, y que ella se casara con otro hombre.
Situada en la próspera Long Island, Nueva York, en 1922, en medio de la efervescencia de una burguesía joven, ambiciosa, cerrada y supremacista, la novela está narrada desde la mirada de “Nick Carraway”, un joven graduado y optimista quien se vuelve vecino del enigmático “Gastby”, contemplando así esa sociedad fastuosa a la que no pertenece, pero que muy en el fondo le fascina.
“Nick” se vuelve testigo, desde su pequeña casa, de las fiestas interminables en la lujosa mansión de “Jay Gatsby”, resplandeciente de lujos y de excesos, de orquestas de jazz y lluvia de champán, abarrotada de jóvenes millonarios que, aunque presentes, saben poco o nada del anfitrión y su pasado nebuloso.
Cuando “Nick” finalmente es invitado a una de esas reuniones exclusivas, el narrador adentra al lector en el drama de “Gatsby” y su mundo donde las fiestas, el glamour y derroche enmascaran síntomas más profundos de soledad y amores no correspondidos —todo cuanto ha conseguido es con el fin de reconquistar a la inasible “Daisy Buchanan”—, infidelidades e hipocresías, crímenes y sueños torcidos que poco a poco comienzan a convertirse en pesadilla, hasta que de la esperanza y la gloria no quedan más que el recuerdo y el polvo.
Un reflejo de todas las épocas
“El Gran Gatsby” sirvió como un reflejo de la sociedad estadounidense -una examinación pesimista del sueño americano-, que ofrecía un destino próspero cuando en la realidad el país estaba en una vorágine de hedonismo y derroche que desembocaría en la Gran Depresión, con una nación hecha ruinas, y la gente haciendo largas filas para recibir comida. El personaje de “Gatsby”, nacido en una clase social poco favorecida, condición terrible que le cierra las puertas del mundo, consigue su riqueza contrabandeando alcohol durante la Época de la Prohibición, haciéndose paso poco a poco en el veleidoso mundo de los ricos, sin otro propósito que reconquistar el corazón de “Daisy Buchanan”, lo cual desemboca en el desastre y termina marcando su propio destino.
Situada en un momento histórico específico —el “boom” económico de Estados Unidos tras la Primera Guerra Mundial, el florecimiento de la música de jazz, la prohibición del alcohol y el hedonismo de una sociedad que parecía vivir un esplendor sin límites, “El Gran Gatsby” describe una era que el mismo Francis Scott Fitzgerald vivió, desencantando por la decadencia de la época, y cargando con las tristezas y las desilusiones de aquellos cuyo final de la juventud coincidió con la Primera Guerra.
No obstante, el éxito internacional —aunque tardío— de la novela radicó en que su historia no solo se limita a una región geográfica, sino que es el drama humano de la búsqueda infructífera de los sueños, de los reveses inesperados con los que tropezamos a diario en el destino, de lo mucho que luchamos por amores fallidos, falsas ilusiones, y al final no encontramos más que desencanto.
El contrabando de alcohol con el que “Gatsby” se precipita en una riqueza espuria no dista mucho de nuestra sociedad actual, en la que los jóvenes ven en el crimen organizado una salida fácil para acceder a los lujos que en otras circunstancias son inaccesibles. “Gatsby” funge entonces como un falso profeta del sueño americano —de todos los sueños del mundo—, que, en la búsqueda de sus sueños, no consigue otra cosa que su propio declive.
Nacida en el papel para renacer en la gran pantalla
- Como toda gran obra, “El gran Gatsby” ha sido llevada a la pantalla grande en cuatro ocasiones, con mayor o menor éxito, pero cada una con su perspectiva única de la gran obra de Fitzgerald.
- La primera versión de 1926, dirigida por Herbert Brenon, una película del cine mudo que no obstante, se considera perdida. No existe más que un tráiler, que representa el único metraje existente que se conserva de la cinta.
- “El Gran Gatsby”, de 1949, dirigida por Elliot Nugent y protagonizada por Alan Ladd, Betty Field y Macdonald Carey. La película recibió aplausos por sus actuaciones, pero fue criticada por los cambios en comparación a la novela, y por incluir elementos moralizantes, con el objetivo de apaciguar la censura de la época. La película representó un riesgo en taquilla, pues cuando fue estrenada, la novela no alcanzaba todavía ese estatus de culto.
- La versión de 1974, dirigida por Jack Clayton, y protagonizada por Robert Redford como “Gatsby”, Mia Farrow como “Daisy” y Sam Waterson como “Nick Carraway”, la cual fue un éxito comercial, y aunque no fue aplaudida por la crítica. Se consideró fiel a la novela.
- La versión de 2013, dirigida por Baz Luhrmann, protagonizada por Leonardo DiCaprio en el rol de “Gatsby”, Tobey Maguire como “Nick Carraway”, y Carey Mulligan como “Daisy”. La película dividió a la crítica, pero resultó un éxito en taquilla y fue bien recibida por el público.
Francis Scott Fitzgerald, una vida de novela
Francis Scott Fitzgerald nació el 24 de septiembre de 1896 en Minnesota, Estados Unidos, en el seno de una familia de clase media. Fue un joven ambicioso, y empeñado en salir de su realidad, hacerse un nombre, y mejorar su estatus social. En 1917 se enlistó en el Ejército de la Unión Americana durante la Primera Guerra Mundial tras una decepción amorosa con Ginevra King, pero jamás fue llamado al campo de batalla.
Mucha de su vida personal la trasladó a la literatura. Por ello, fueron sus ambiciones y motivaciones las que marcaron a sus personajes.
Se dice que, antes de que le llegara el éxito, mientras trabajaba como publicista y vivía al día, Francis Scott Fitzgerald fue rechazado en 120 ocasiones por distintas editoriales.
Con la publicación de su primera novela, “A este lado del paraíso”, en 1920, que fue un éxito inmediato, Fitzgerald se convirtió en uno de los escritores mejores pagados de su generación, razón que lo llevó ser conocido en círculos intelectuales y burgueses de Nueva York que, no obstante, nunca lo aceptaron por completo.
En todo caso, este logro literario lo llevó a ser considerado miembro de la “Generación Perdida” de los años 20, y le permitió a Fitzgerald casarse con Zelda Sayre, una mujer que había rechazado con anterioridad sus tentativas de amor porque él no tenía dinero, y de la que estaba profundamente encaprichado y enamorado.
Con la esperanza de un futuro próspero, la fortuna de su primera novela, y la ambición de convertirse en un novelista respetado, Zelda le dijo que sí. Su romance fue, al mismo tiempo, una dicha y una cruz que determinaría el rumbo de la vida de Fitzgerald, lo cual se reflejó en sus obras, especialmente la esquizofrenia de su esposa, dolorosa situación que retrató en “Suave es la noche”, publicada en 1934, casi nueve años después que “El Gran Gatsby”.
No obstante, el matrimonio también le abrió a Fitzgerald la puerta para los viajes, la opulencia —y también decadencia— características de su narrativa, pues la pareja repartió su tiempo, durante casi una década, desde Nueva York, París, y hasta en la Rivera Francesa.
Para cuando llegó la Gran Depresión y Estados Unidos se fue a la ruina, el trabajo de Fitzgerald comenzó a ser considerado elitista y materialista, proveniente de una época relacionada con los excesos, por lo que su popularidad comenzó a decrecer, a la par de su crisis económica.
Tras épocas de alcoholismo, depresión, y la ruptura con Zelda, que pasó largas temporadas en un hospital psiquiátrico, Fitzgerald logró convertirse en guionista de Hollywood, sin mucho éxito, y encontró otro interés romántico en la columnista Sheilah Graham.
El escritor falleció a los 44 años de edad, víctima de un ataque al corazón, y dejando una novela inconclusa.
Si bien en vida consiguió cierto renombre y una fortuna breve con sus dos primeras novelas, la veneración de la crítica llegó hasta después de su muerte.
Una obra que alcanzó la redención
En su tiraje inicial, “El Gran Gatsby” tuvo un recibimiento más bien frío, con críticas que, si bien aplaudieron el trabajo, lo consideraron “menor”.
En comparación a otras obras de Fitzgerald, y en cuanto al ámbito decisivo de las ventas, “El gran Gatsby” fue un fracaso comercial.
Esto representó un golpe profundo para el autor, tanto moral como económico, quien había puesto toda su confianza en el libro para ser reconocido como un novelista serio. Fue un sueño al que la vida no le alcanzó para ver cumplido.
No fue sino hasta después de su muerte, el 21 de diciembre de 1940, que la obra de Fitzgerald, especialmente “El Gran Gatsby”, comenzó a ser revalorizada, apreciada, y comentada por los círculos literarios de la época, quienes la encontraron, muchos años más tarde, como una obra maestra de la narrativa estadounidense.
CT
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