Uno de los hechos de la historia de México más conocido entre la gente común se refiere a la invasión norteamericana de 1846-1847, que finalizó con el despojo de más de la mitad de nuestro territorio a cambio de un irrisorio pago de 15 millones de pesos. Menos sabido es que un mes antes de la formalización de ese abuso (Tratado de Guadalupe Hidalgo, Puebla), se encontraron por casualidad pepitas de oro en el río de los Americanos (antes río Buenaventura) cercano a Coloma, sitio que pertenecería al futuro estado de California, aún no erigido como tal. Inició entonces la llamada “fiebre del oro”, un fenómeno migratorio masivo que, en unos pocos años, llevó entre 300 mil y un millón de individuos, procedentes de todo el mundo, a la llamada Alta California, alucinados con la idea de amasar con rapidez una fortuna.El tapatío Justo Veytia emprendió semejante aventura y escribió un diario de su viaje, que inicia el 9 de febrero de 1849, un día antes de su salida de Guadalajara con rumbo a Tepic y al puerto de San Blas. Se trata de un documento de gran valor histórico que nos proporciona una amplia y detallada información sobre los incontables peligros que corrieron esos improvisados gambusinos y de las muchas penalidades que vivieron.Veytia se refiere a las emociones que experimentó a lo largo de un año y medio que se prolongó su estancia en aquel territorio; entre esas emociones, predominó la esperanza de que sus esfuerzos, y los de sus compañeros, se verían bien recompensados, pero se refiere asimismo al miedo, al desaliento, a la añoranza por volver a su patria y a su familia.El diario de viaje a que me refiero nos retrata a un hombre con dominio del arte de la escritura; su narración es clara y elocuente, con un amplio vocabulario se refiere a sucesos, pensamientos, diálogos de terceros y, como mencioné, a sus emociones, entre las que destaca su sensibilidad ante la belleza de la Naturaleza.Para ejemplificar lo antes señalado, transcribo algunas partes de los primeros párrafos del diario:Febrero 9 (1849). Hoy comienza mi diario, o la historia de los acontecimientos que tengan lugar en este viaje que voy a hacer a la Alta California, a donde marcho a la verdad lleno de entusiasmo y confiando en que tendré un éxito feliz. Mi corazón se dilata al contemplar que voy a atravesar los mares, que voy a conocer países lejanos; diferentes gentes y diversas costumbres; que sufriré… muchas penalidades… pero que al fin seré premiado de todo esto con un porvenir pronto y brillante.Un año y medio después la desesperanza se había apoderado de Veytia, como se observa en el siguiente apunte que hizo el 3 de julio de 1850: “Cuántas veces he deseado al ver la adversidad de nuestra suerte volver a mi patria, no ya con las arrobas de oro que antes de venirme me proponía recoger y que tan fácil me parecía en mi loco entusiasmo…”.El 27 de agosto de 1850, Justo Veytia y sus compañeros dejaron el sitio donde cribaban las arenas de río para obtener el deseado oro. Viajaron a San José para desempeñar otros trabajos remunerados y poder reunir el dinero necesario para hacer el viaje de regreso.SOBRE LA COLUMNAEsta entidad está compuesta por aspectos de índole multicultural que durante su proceso evolutivo ha forjado de manera distintiva su identidad. Sus habitantes como parte esencial de sus componentes producen la herencia cultural material e inmaterial, representada por su entorno natural, arquitectura, urbanismo y tradiciones, los cuales, se encuentran sujetos a un proceso constante.