Viernes, 22 de Noviembre 2024

Vuela alto, hacedor de cometas

Desde hace unos días el país amanece sin su rostro risueño y ahora llora su partida junto con los suyos; Francisco Toledo fue más que uno de los máximos exponentes del arte plástico del México contemporáneo, fue un hombre comprometido con su tierra y su gente

Por: Ana Rodríguez

Personaje. Francisco Toledo murió a los 79 años; padecía cáncer. SUN

Personaje. Francisco Toledo murió a los 79 años; padecía cáncer. SUN

Francisco Toledo fue como el viento de Oaxaca, se movía a ráfagas, y en el mapa de sus arrugas se dibujaba una vida entregada no solo al arte, sino también a las luchas sociales y ambientales.

Hacedor de cometas, el originario de Juchitán de Zaragoza, Oaxaca, tuvo la sensibilidad de saber entretejer a la plástica con los temas sociales, tal y como lo hizo al retomar la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa; fue así que en el año 2014 recordó a los 43 estudiantes al colocar sus rostros en una serie de papalotes que puso a volar. Esta acción, explicó, responde a que en el Sur del país se tiene la costumbre, para la época de Día de Muertos, de volar papalotes porque se cree que las almas bajan por el hilo y llegan a tierra para comer las ofrendas; luego, al terminar la fiesta, vuelven a volar… Y es que como bien lo dijo Toledo, “Los 43 son nuestra familia y uno no olvida a sus muertos”.

Pero esta acción no fue un mero acto de arte, sino una forma de protestar, a su manera, en contra de las autoridades ante la falta de resultados en sus investigaciones sobre este crimen: “Como a los estudiantes de Ayotzinapa los habían buscado ya bajo tierra y en el agua, enviamos los papalotes a buscarlos al cielo”, señaló.

De carácter fuerte, esencia noble, crítico, altruista y con poco gusto para dar consejos, el artista mexicano falleció el pasado jueves a los 79 años a causa de un cáncer que lo aquejó durante los últimos meses. Fue un destacado pintor y escultor, pero también un activista de izquierda y un luchador de los pueblos indígenas, en especial de los zapotecas, cultura a la que pertenecía en su Estado natal de Oaxaca.

Desde niño mostró señales de talento, pues a los 14 años ingresó al taller del pintor Arturo García Bustos y después, a los 17 años, al taller de grabado en la Escuela de Diseño y Artesanías del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), en la Ciudad de México.

Durante más de 50 años de creación, realizó objetos entre pinturas, grabados, litografías, cerámicas y esculturas, muchos de ellos albergados en el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo y en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), fundado por él. Así mismo, la mayoría de su obra fue donada a su Estado natal en 2015.

La obra del oaxaqueño se relacionó con las raíces prehispánicas, la naturaleza y las tradiciones mexicanas, además del vínculo entre las comunidades humanas y animales representativos de México, como insectos, sapos, iguanas y murciélagos.

Aunque fue considerado como miembro de la generación de “La Ruptura” (1950-1970), grupo que rompió con los cánones de los muralistas tradicionales -Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco- Toledo fue un transgresor del mismo movimiento, porque seguía sus propias reglas, rompiendo con los cánones del arte mexicano de su época.

Sobre su aportación al arte, aunado a todas sus piezas, el artista estableció, además del IAGO, la empresa Ediciones Toledo, el Taller de Arte Papel Oaxaca y el Centro de las Artes San Agustín.

Y más allá de las cuestiones tangibles, sin duda su mayor regalo para el mundo fueron esos momentos que compartió con los jóvenes pintores y escultores quienes lo buscaban para aprender de él; de hecho, en el año 2015, el artista se confesó como el maestro de las nuevas generaciones, un papel “que nunca quise ni quiero, pero bueno, los jóvenes me buscan”, comentó.

Impacto internacional

Gracias a su vasto legado es considerado el mayor exponente de la plástica mexicana desde mediados del siglo XX; fue reconocido en Europa, Estados Unidos y América Latina.

Además, su arte fue exhibido en diversos recintos del mundo, como en el Museo de Arte Moderno de Bogotá (Colombia), el Sofía Ímber de Caracas (Venezuela), el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (España), el Centro Cultural de México en París (Francia), el Nippon Gallery de Tokyo (Japón), el Fort Worth Community Arts Center de Texas (Estados Unidos), la galería Whitechapel de Londres (Inglaterra), entre otros.

Con el activismo en las venas

Toledo también es reconocido por su activismo en la historia reciente de México en casos como la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa o los damnificados del sismo del 7 de septiembre de 2017, que afectó a su tierra natal y donde instaló con su propio dinero 45 cocinas comunitarias.

Así mismo, mostró un gran compromiso social en defensa del medio ambiente, por lo que se opuso a la construcción del Centro de Convenciones de Oaxaca en la reserva natural del Fortín, un pulmón de su Estado.

También, impulsó la formación artística para los niños y la apertura de bibliotecas para ciegos. Y hay más, lideró movimientos para salvar de los urbanistas a viejos conventos y otros edificios de la era colonial y ayudó a convertirlos en centros para las artes y jardines.

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