Daniela Tarazona presenta su nueva obra, “El corazón habitante”, en la que la escritora mexicana construye una singular máquina del tiempo hecha de palabras. A lo largo de 119 páginas, la autora propone un “viaje diacrónico” que atraviesa la prehistoria, la medicina del siglo XVII y un futuro marcado por la saturación digital, un espacio donde -advierte- la imagen de una guerra puede tener el mismo peso que un anuncio publicitario.Ganadora del Premio Sor Juana Inés de la Cruz en 2022, Tarazona observa con inquietud la velocidad con la que la humanidad se ha adaptado a la tecnología. A sus 50 años, recuerda el tránsito de la máquina de escribir a la computadora como un proceso casi alucinatorio y confiesa su preocupación ante un presente en el que la guerra, el arte y la vida cotidiana parecen convertirse en escenografías dentro de un mismo flujo homogéneo de imágenes y contenidos.En este contexto, la autora señala como especialmente inquietante el uso de la inteligencia artificial para manipular elementos de la realidad y construir mensajes específicos. Menciona, como ejemplo, los videos difundidos por el presidente estadounidense Donald Trump, en los que se autoproclama rey en respuesta a protestas ciudadanas, y reflexiona sobre el poder simbólico de estas representaciones en un mundo hiperconectado y desorientado. Esa sensación de desconcierto atraviesa “El corazón habitante”. Tarazona se identifica con una “mujer de la prehistoria” que no entiende del todo hacia dónde se dirige la especie humana. Desde esa incertidumbre surgen los tres personajes que estructuran la obra: una mujer primitiva, el médico inglés William Harvey -autor del tratado “Motu Cordis” (1628)- y un astronauta que, desde la soledad del espacio, revisa los errores de la humanidad.El hilo que une estos relatos es el corazón, concebido no solo como órgano, sino como símbolo que atraviesa el tiempo. La figura del astronauta nació tras una conversación con el médico aeroespacial Emmanuel Urquieta, quien explicó a la autora que, sin gravedad, el corazón humano adquiere una forma más esférica. Esa imagen -un corazón circular flotando entre estrellas- convirtió a este órgano en el verdadero protagonista del libro, una potencia antigua que, más allá de las épocas, une a la especie humana.Finalmente, Tarazona reflexiona sobre su trayectoria como escritora y denuncia las dificultades históricas para publicar siendo mujer en México, así como la persistente invisibilización de la escritura femenina en América Latina. Para la autora, ignorar ese valor literario no solo es una injusticia, sino una muestra de empobrecimiento intelectual en un campo que, como su libro, exige mirar el tiempo con mayor profundidad. CT