Desde antes de la pandemia, México ya exhibía enormes desigualdades en el acceso a la salud, pero la pandemia las manifestó con toda su fuerza: pegó más a los más pobres y en los municipios más marginados, dice Mariano Sánchez Talanquer, quien advierte: “se debe tener claro que esto no ha terminado, la pandemia tendrá efectos de mediano y largo plazo tremendamente desigualadores. Los veremos en los indicadores de bienestar infantil y en la presión adicional a los sistemas de salud. Muy probablemente vendrá una reducción de la expectativa de vida de los mexicanos”.Mariano Sánchez Talanquer es académico del Colegio de México y de Harvard. Es también el autor principal del reporte “La respuesta de México al Covid19: estudio de caso”, auspiciado por el Instituto para las Ciencias de Salud Global de la Universidad de California en San Francisco, a petición del Panel Independiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Conversa con El Economista con motivo de dicho reporte.“La pandemia afectó más a los grupos socioeconómicos más vulnerables, en especial los que viven en zonas urbanas populares”, dice una y otra vez en la conversación. “Esto ocurrió porque las recomendaciones sanitarias no se acompañaron de apoyos económicos amplios que permitieran a la población cumplir el ‘quédate en casa’ si estuviste expuesto con un infectado o el ‘aíslate’ en caso de infectarte. Cumplir el aislamiento y cuarentena, para detener la transmisión, no ha sido posible para la población de menores recursos… no estaban en condiciones de cumplir con las recomendaciones, aunque hubieran querido”.Los efectos que ha tenido la pandemia en cada país tienen mucho que ver con las políticas públicas que cada Gobierno ha implementado. Brasil, que es un antiejemplo de gestión de la pandemia desde el punto de vista de la Salud Pública, implementó un programa de apoyos sociales muy amplios durante el 2020 y eso provocó que en un año tan difícil hubiera una reducción de la pobreza extrema en términos absolutos. “En México, la ausencia de ese tipo de políticas ha provocado un incremento de la pobreza extrema. La pandemia junto con esa ausencia trajo un retroceso de diez años en los indicadores de pobreza”.Un factor que agravó las dificultades para la población tiene que ver con condiciones estructurales que existían antes de la llegada de la pandemia: “el hacinamiento en viviendas, con espacios con poca ventilación y el obligado traslado en transporte público masivo, fueron factores de contagio muy abruptos y elementos que se suman como evidencia de que los más pobres estuvieron más expuestos al virus”.En segundo lugar, Sánchez-Talanquer menciona que, dada la desigual distribución de infraestructura hospitalaria concentrada en ciertas ciudades y regiones, los mexicanos han tenido acceso en forma muy desigual tanto a las pruebas de diagnóstico como a la atención médica y adicionalmente a la calidad de esa atención. “La mayor capacidad está concentrada en la Ciudad de México, Monterrey y Guadalajara. Ahí están la infraestructura y los médicos”. El actual profesor investigador del Centro de Estudios Internacionales del Colegio de México (Colmex) destaca cómo es innegable la relación de que a mayor marginación de cada municipio menor incidencia de pruebas por mil habitantes.Así, en las 16 alcaldías de la ciudad de México el reporte a enero indicaba 173 pruebas por cada mil habitantes, en tanto que en los municipios de la misma zona metropolitana capitalina, pero ubicados en la periferia, el indicador bajaba a 33 pruebas por cada mil habitantes… “ese patrón se replicaba en todo el país”.Sobre la brecha existente por la calidad de la atención en función de si se es atendido en un subsistema de salud —o lo que es lo mismo entre una institución u otra—, el especialista explica que esa diferencia se manifiesta con claridad en los índices de mortalidad bien diferenciados y no sólo entre el sector público y privado, sino dentro del mismo sector público. “Resulta que si eres hospitalizado en el IMSS tu probabilidad de morir puede ser hasta más de 50%, pero si te hospitalizan en uno de la Secretaría de Salud el riesgo es de 40%, al igual que en un hospital del ISSSTE, cuyo índice de mortalidad por covid ha estado entre 35 y 40%. Nada que ver con el 20% de índice de mortalidad por COVID de los hospitales privados”.Y otro aspecto sorprendente que comparte Sánchez-Talanquer —quien es egresado del CIDE y con doctorado en Cornell—, es la grandísima desigualdad de estos indicadores dentro de un mismo subsistema. Así, dentro del IMSS se puede encontrar que la mortalidad de pacientes hospitalizados por covid fue de 58% en Tamaulipas o de 45% en Colima. Y en el caso de la Secretaría de Salud, puede ser de 58% en Baja California o de 18% en sus hospitales de Nuevo León.“En Estados Unidos, la capacidad de detectar infecciones fue de uno de cada cuatro. En México, en el mejor de los casos, de uno de cada 30. En el caso de las muertes, no sabemos y probablemente nunca sabremos cuántas personas murieron. Por eso es tan importante el indicador de exceso de mortalidad. Es pasmosa la debilidad del Estado mexicano para registrar y reportar las muertes con oportunidad y precisión… hubo un momento en que se agotaron las actas de defunción. No había. Eso dice mucho… hay estados como Guerrero, Chiapas, Oaxaca que registraron menos muertes en el último trimestre del 2020 que en el mismo periodo del 2019. Eso es imposible, Nos habla de las carencias que tenemos en nuestros sistemas de estadística… los pobres están peor contados, tanto si se trata de las infecciones como de las muertes”.