Viernes, 22 de Noviembre 2024

“The Silence of Sound”: la magia de la música y el clown

Alondra de la Parra con el talento de Gabriela Muñoz (Chula The Clown) y la Orquesta Sinfónica de Minería presentaron su segunda función en la Sala Plácido Domingo del Conjunto Santander

Por: El Informador

Alondra de la Parra dirigió a la Orquesta sinfónica de Minería en piezas de Debussy y Brahms. EL INFORMADOR/C. Zepeda

Alondra de la Parra dirigió a la Orquesta sinfónica de Minería en piezas de Debussy y Brahms. EL INFORMADOR/C. Zepeda

Ayer sábado la historia se develó en la Sala Plácido Domingo del Conjunto Santander con el espectáculo “The Silence of Sound”, un evento que congregó a mil 600 personas, en la segunda de las tres funciones que ofrecieron los días 9 y 10 de septiembre.

Durante la presentación se unieron el genio musical de Alondra de la Parra con el talento de Gabriela Muñoz (Chula The Clown), quienes llevaron al público a realizar un viaje onírico; ambas acompañadas por la Orquesta Sinfónica de Minería.

A través de piezas sinfónicas de Debussy y Brahms -entre otros compositores-, además de una composición visual fabulosa, Chula The Clown compartió su recorrido a través del mundo de la música de mano de la notable directora de orquesta mexicana, siempre en búsqueda constante, tomando riesgos y llevando las emociones de los espectadores al límite. 

El espectáculo narra la historia de un personaje -Chula The Clown-, cuya vida se transforma cuando descubre la belleza de la música y, tras años en silencio y soledad, despierta de su sueño.

Gabriela Muñoz, conocida por su personaje Chula The Clown, se muestra en el escenario de la Sala Plácido Domingo. EL INFORMADOR/C. Zepeda

Magia de la coordinación 

Un reconocimiento para la Orquesta Sinfónica de Minería por su alto grado de cooperación escénica, la cual lleva de la mano a Chula The Clown por un viaje lleno de luces que se confunden con un cielo estrellado, para después sumergir al personaje entre los peces y las medusas que son proyectados en una pantalla al filo del escenario. 

De esta forma, el agua es entorno y se contamina, la luz permite al clown dialogar físicamente con la luz y las pantallas móviles. La música, aquí, es un discurso que fluye y sus pausas obedecen a lo contemplado, no pasan de una a otra de modo secuencial, son más bien una serie de piezas que se tejen para dar impresión de unidad, aunque de la brillantez pase al tono triste y de ahí a la dureza que se acompaña de las percusiones.

Por momentos la luz se asemeja a un relámpago que acompaña al personaje, antes de que la orquesta regrese al primer plano, y el silencio del clown abra paso a la sorpresa gutural, a la frontera que busca romper el cuarto muro y hace bajar a la protagonista al infierno de los espectadores para buscar su propia orquesta improvisada de cuatro Orfeos, callados pero activos.

Círculo cerrado

Es digno de enaltecer el visible entusiasmo de la directora, pues es ella quien imprime el acento rítmico a lo que acontece; mientras que el registro múltiple del clown es más que la risa, el gesto irónico, el desplante y la imitación artera, aunque también multiplique su rostro en banderas que son también pantallas donde el color es distinto y da paso al humo.

Todo ha pasado como en un suspiro. El fruto es resultado del esfuerzo y cooperación colectiva. Aquí el personaje es tránsito y emoción, cerca del final del espectáculo el sonido es intempestivo (las cuerdas se rasgan, suena el corno y el timbal se luce). Si hay silencio en el ruido es que ahora el clown encuentra a Alondra de la Parra en un abrazo que anuncia dirigir al unísono, los roles se intercambian. El círculo se cierra con ovaciones.

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