El cine al aire libre en Guadalajara se ha convertido en uno de los rituales urbanos más entrañables para las familias y comunidades que buscan apropiarse del espacio público de una manera distinta: bajo las estrellas, sobre el pasto, con cobijas, sillas plegables, termos de café y ese entusiasmo colectivo que solo surge cuando la ciudad se reúne para ver una película. En lugares como el Parque Alcalde, el Parque Metropolitano o el mirador de la Barranca de Huentitán, la experiencia se transforma según el escenario, pero conserva un espíritu común: la convivencia sencilla, el disfrute del espacio compartido y la magia de ver cómo una pantalla inflable ilumina la noche. En el Parque Alcalde, con su lago y sus senderos arbolados, las proyecciones adquieren un tono íntimo, casi nostálgico; las familias llegan temprano, los niños corren alrededor mientras se arma el picnic, y cuando por fin inicia la función, el silencio se mezcla con el sonido de los grillos y el murmullo del agua cercana. En el Parque Metropolitano, la dinámica es más amplia y expansiva: las explanadas permiten que la gente se distribuya con libertad, conviven parejas, grupos de amigos y familias enteras que convierten el cine en una pequeña fiesta comunitaria. Aquí la noche se siente abierta, fresca, con ese aroma característico de los pinos y eucaliptos que rodean los senderos. Y en el mirador de la Barranca de Huentitán, la experiencia alcanza un nivel casi cinematográfico por sí misma: antes de que inicie la película, muchos se acercan al borde para contemplar el horizonte que cae en capas hacia la profundidad de la barranca; después, cuando la oscuridad lo envuelve todo, la pantalla se vuelve un faro colectivo que reúne a desconocidos y amigos por igual. Lo que hace especial al cine al aire libre en Guadalajara es que no solo se trata de ver una película: es resignificar la ciudad, hacer del espacio público un lugar seguro, cálido y compartido. Es un recordatorio de que la cultura puede crecer en cualquier explanada iluminada por la luna, y de que, cuando cae la noche, Guadalajara también sabe contar historias. CT