Jueves, 18 de Abril 2024

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- Muertes innecesarias

Por: Jaime García Elías

- Muertes innecesarias

- Muertes innecesarias

Hay, claro, los incrédulos sistemáticos -émulos de Santo Tomás: “Hasta no ver, no creer…; ¡y a veces, ni viendo!”-, especialmente cuando se trata de reportes, datos o cifras oficiales; hay, también, los críticos que buscan, mediante métodos científicos, fórmulas capaces de transformar las siempre dudosas “verdades oficiales” en verdades sin apellidos…

En el caso concreto de la pandemia, mientras se difundía la cifra oficial de 201 mil 429 mil fallecidos en México por esa causa, “El Universal” refería ayer que “El Gobierno publicó discretamente los datos en un reporte, el sábado, que asoció 294 mil 287 muertes al Covid-19 entre el inicio de la pandemia y el 14 de febrero”, más otras 26 mil 772 muertes confirmadas con pruebas diagnósticas desde entonces, para un gran total de 321 mil 59 defunciones.

-II-

La nota, por desgracia, es inconsistente. No puntualiza qué dependencia gubernamental “publicó discretamente” esa cifra; tampoco refiere qué metodología le permitió determinarla. Corre el riesgo, por tanto, de que el mismo Gobierno la desmienta a la menor oportunidad… y aun aproveche para tundir al medio que la difundió.

En todo caso, considerando que científicos del Laboratorio de Genética Molecular de la UNAM desarrollaron una metodología según la cual la cifra real de decesos a causa del COVID-19 puede obtenerse multiplicando por 2.6 la cifra oficial que las autoridades actualizan diariamente, la conclusión es, por una parte, que tanto los 201 mil 429 fallecimientos del reporte cotidiano del sábado como los 321 mil 59 de la nota referida o los 523 mil 346 que arrojaría la fórmula de la UNAM, son lamentables; por la otra, que difícilmente conoceremos alguna vez la cifra verdadera de la mortandad causada por la pandemia en México; y por otra…, que muchas de esas muertes pudieron evitarse.

-III-

Muchas personas, ciertamente, murieron por la necesidad imperiosa de salir a trabajar para ganar el pan de sus hijos; muchas otras, por ignorancia, necedad o estulticia de ellas mismas. Contra esos hechos no hay mayores argumentos…

Muchas muertes más, sin embargo, pudieron evitarse; primero, si todo mundo hubiera atendido y acatado las recomendaciones de las autoridades sanitarias; y segundo, si ciertas autoridades civiles, en vez de aconsejar a la gente “salir, abrazarse, comer en fondas” y recomendar estampitas milagrosas o amuletos y talismanes portentosos, o “recetar” té de hojas de guayabo y brebajes semejantes, hubieran aconsejado usar el cubrebocas… (y predicado con el ejemplo, por supuesto).

Colofón: A su conciencia, pues.

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