Miércoles, 24 de Abril 2024

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- Orgullo

Por: Jaime García Elías

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Tiempos hubo, señor Don Simón, en que se consideraba “denigrante” que mujeres mexicanas participaran en concursos de belleza (“Miss México”, “Miss Universo”, “Miss Mundo”, etc.) y se exhibieran “impúdicamente” en ellos; igualmente se consideraba “vergonzoso” que los medios de comunicación difundieran su desarrollo y magnificaran sus resultados. Cuando Ana Bertha Lepe -oriunda, por cierto, de Tecolotlán- fue cuarta finalista en el certamen de “Miss Universo”, en 1953, hubo quien tildó de oprobioso que una jalisciense “renegara de las tradicionales virtudes de la mujer jalisciense” -casta, piadosa, recatada, honesta…- para participar en “tan pecaminosas frivolidades”.

-II-

Cambian los tiempos, cambian los enfoques. Cuando Lupita Jones fue la primera mexicana en ganar ese certamen, en 1991, y cuando Ximena Navarrete -tapatía químicamente pura, para más señas- hizo otro tanto en 2010, sus triunfos se interpretaron como pruebas de que la mujer mexicana se prepara para romper el estigma de la inferioridad -o la sumisión, al menos- de la mujer, y sobresalir en un mundo aún marcado por el predominio del varón.

Sus triunfos fueron interpretados como sendos orgullos para México. El de Andrea Meza, el domingo, mereció las correspondientes mención y felicitación presidencial en “la mañanera” de ayer, y probablemente será, en su momento, motivo de invitación a Palacio Nacional, como cuando boxeadores, corredores de carros, beisbolistas o futbolistas mexicanos, con sus hazañas en competencias deportivas de primer nivel, “ponen el alto el nombre de México”.

Tales triunfos se equipararon, toda proporción guardada, con distinciones como las alcanzadas por Alfonso García Robles, Octavio Paz y Mario Molina, cuando ganaron los Premios Nobel de la Paz (1991), Literatura (1990) y Química (1995), respectivamente, o cuando Rodolfo Neri Vela se convirtió (en 1985) en el primer astronauta mexicano.  

-III-

Aunque sería lo ideal que también lo hicieran sistemáticamente en actividades relacionadas con la ciencia y con el arte, nada tiene de denigrante o vergonzoso que los mexicanos, hombres y mujeres, participen exitosamente en competencias deportivas o en certámenes de belleza…

En todo caso, a la vista de las informaciones en que con frecuencia se vincula a mexicanos con actividades nocivas para la sociedad (imperfecciones en obras públicas como la causante del reciente trágico colapso de un convoy del metro de la Ciudad de México, por ejemplo) o vinculadas con la delincuencia (el narcotráfico, etc.), hitos como el de Andrea Meza remiten a la moraleja de la fabulilla (El Naturalista y las Lagartijas) de Iriarte: “Valemos mucho… por más que digan”.

jagelias@gmail.com
 

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