Fue el mejor en la Liga; fue el mejor en la “Liguilla”; fue el mejor en la Final. Nada más lógico —ni más justo, por tanto— que el León fuera el campeón del Torneo Guardianes 2020. * Quedaron en el terreno de la anécdota las frustraciones de los América, Monterrey y “Tigres”, cuyos historiales, planteles y desembolsos los convertían en obligados aspirantes al título. Lo mismo sucedió con la decepción mayúscula (“la madre de todas las cruzazuleadas”, se le llamó con toda propiedad) del Cruz Azul incapaz de mantener la escandalosa ventaja de 4-0 adquirida en el partido de ida de semifinales ante los “Pumas”.Merecieron mención honorífica el Guadalajara, desde luego, por su capacidad de recuperar protagonismo, de la mano de Víctor Manuel Vucetich, tras varias campañas de mediocridad y grisura indignas de sus diplomas…, pero principalmente los “Pumas”, por los que nadie apostaba ni lo negrito de la uña desde que “Michel” González tiró el arpa antes de comenzar la serenata.* Hubo dos presencias un tanto sorpresivas en la Final, y ambas resultaron determinantes en el resultado…Una fue la de Nacho González, a quien se otorgaron la titularidad y el gafete de capitán a raíz de la expulsión de Barreiro en el partido de ida. Una barrida suya, para evitar el fusilamiento de Vigón, fue fundamental para preservar la ventaja de 1-0 que ya tenían los verdes.Otra fue la de Talavera, que regresó al marco de los “Pumas” para el último partido después del desempeño sobresaliente de Julio González como su reemplazo. Es probable que “Tala” se quede, de por vida, con el remordimiento de conciencia de que quedó a deber en el gol con que Gigliotti abrió el marcador.Serían ellos, por tanto, “El Muchacho” y “El Villano” en la película de la Final.* No fue, por lo demás, un partido brillante. Aunque ganó por méritos propios, sin la menor sombra relacionada con decisiones arbitrales dudosas que hubieran influido en el resultado, el León no tuvo un partido propicio para dejar constancia de la brillantez de su futbol. La bravura de los “Pumas” llevó el encuentro a un terreno en que fue imperativo conjugar de continuo los verbos luchar, pelear y morder, pero fue prácticamente imposible hacer lo propio con el verbo jugar.¡Y hasta en ese terreno, al final de cuentas, fueron mejores los “Panzas Verdes”…!