Había un chiste, viejo y malo, de una persona que manejaba en el periférico cuando escucha una alerta en el radio: “Tenga precaución, hay un auto en sentido contrario circulando a alta velocidad en carriles centrales del periférico”. Haciendo un gesto de hastío, el conductor apaga el radio y se dice a sí mismo: “Mentirosos. ¿Uno? Son un montón”. Algo similar le sucede al gobernador Enrique Alfaro, a quien cada vez le cuesta más trabajo entender por qué los ciudadanos circulan en un sentido opuesto al que marcha.Me gusta usar la analogía de la popularidad de un gobernante como el tamaño de la pala del timón de una embarcación. La popularidad no es para la satisfacción del poderoso, aunque sin duda se regodeen en ella. La popularidad sirve para hacer los cambios trascendentes, para hacer que la nave cambie de rumbo, a ser posible con suavidad. Cuando la aprobación baja, como es el caso de Alfaro, quien de acuerdo con la última encuesta de Consulta Mitofsky anda en 31 por ciento (en la misma casa encuestadora López Obrador tiene 55 por ciento), se vuelve más complejo gobernar. El encargado de guiar los destinos de Jalisco siente el timón cada día más rabioso, cada momento responde menos a sus intenciones, el esfuerzo es mucho mayor y el resultado menor. Nadie pone en tela de juicio, por poner un ejemplo, el esfuerzo del gobierno en materia de seguridad o desaparecidos, pero lo que nos toca a los ciudadanos, pasajeros de este barco común, no es aquilatar las intenciones sino los resultados y somos nosotros quienes debemos exigir y señalar cuando éstos no son suficientes, aunque ello frustre al timonel.Cuando esto sucede, cuando el barco o el gobierno no responden, comienzan los gritos y los señalamientos. Para Alfaro los culpables, cuando no son los medios, son periodistas con nombre y apellido, los empresarios que “quizá” contaminan, los criminales que vienen de fuera. No será luchando contra viento y marea, aplicando más fuerza y manotazos como Alfaro podrá conducir la nave al puerto deseado. Solo el capitán y el gobernante experimentado entenderán que cuando se pierde respuesta en el timón hay que gobernar el barco usando otras variables: la primera y más importante de ellas es la estabilidad. Es el momento de la política, de entender que en este barco vamos todos y que el destino lo definimos los gobernados, no el pequeño grupo que habla al oído al timonel. Es la política la que hará que caminemos en el mismo sentido. (diego.petersen@informador.com.mx)