Viernes, 22 de Noviembre 2024

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Alfaro y el antimonumento

Por: Jonathan Lomelí

Alfaro y el antimonumento

Alfaro y el antimonumento

Enrique Alfaro reconoció que mandó retirar el antimonumento colocado por activistas frente a la Plaza de Armas para conmemorar los tres años de la represión policial del 5 de junio de 2020. Ni un día duró allí. Argumentó que lo hizo porque se requieren permisos y cumplir el reglamento del Centro Histórico. Su acción se inscribe, por tanto, en un acto de autoridad para mantener la legalidad. 

Tengo la impresión de que Alfaro auténticamente cree que impone orden ante unos revoltosos, incapaz de atisbar otra realidad: la de las víctimas. 

Aquí surge una paradoja. El Gobierno estatal actuó bajo parámetros de orden y legalidad, pero los colectivos también defienden su derecho a colocar el antimonumento para recordar actos al margen de la ley (crímenes) como las desapariciones, la represión policial y la tortura a estudiantes.   

¿O acaso tenían los criminales su “permiso” en regla para desaparecer a 15 mil personas? ¿Ha actuado el Estado para garantizar la libertad y la vida de esas víctimas? El antimonumento “5 de junio” que conmemora el “Halconazo” tapatío es justamente un acto de memoria para reprocharle al Gobierno su corrupción, su ineficiencia y, probablemente, su complicidad. 

La forma de retirarlo, en la oscuridad de la madrugada, sin una explicación ni trasparencia, revive la semántica de las desapariciones furtivas en la ilegalidad. 

Quizá les venga bien a Alfaro entender que ese antimonumento se inscribe dentro de lo que especialistas denominan “difficult heritage” (herencia conflictiva) en torno al patrimonio cultural. 

Se trata de un acto de resignificación para ciertos monumentos o espacios de la urbe que impulsa la comunidad para preservar la memoria colectiva de acontecimientos que no deseamos que se repitan jamás. 

Por ejemplo, el Memorial de la Paz de Hiroshima en Japón tiene ese fin con respecto a un hecho del pasado. Sin embargo, en México y otros países de América Latina, aquejados por la violencia y severas crisis de derechos humanos, estos nuevos símbolos aluden al presente en lugar de al pasado. Otro ejemplo es la Glorieta de Los Niños Héroes rebautizada el 24 de marzo de 2018 como «Glorieta de Las y Los Desaparecidos. 

Pasamos de celebrar mártires de bronce a reclamar por personas reales, de carne y hueso, desaparecidas o torturadas. De una tragedia oficial romantizada, poetizada y dictada por los libros de historia, ahora se cuenta la historia de otra tragedia viva que recupera la memoria desde el presente. 

Por eso en donde Alfaro ve, por conveniencia o cerrazón, sólo un acto administrativo, las víctimas atisban un acto de crueldad y humillación imperdonable.

jonathan.lomelí@informador.com.mx

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