La investidura de Donald Trump marca un punto de inflexión histórico en la geopolítica contemporánea. Su regreso a la presidencia representa más que un cambio de administración, implica una declaración de oposición al multilateralismo y un manifiesto de restauración del excepcionalismo americano que promete transformar radicalmente las estructuras políticas, económicas y sociales tanto a nivel interno como internacional. La salida de los Acuerdos de París, la confrontación directa con China y el redespliegue de la hegemonía estadounidense marcan una nueva era de unilateralismo agresivo.Trump construye su narrativa desde una perspectiva de liberación nacional, presentándose como el “elegido” para rescatar a su país de un periodo de decadencia. Desde este discurso, la población estadounidense sufre los agravios de los socios comerciales y el entorno internacional, afectación que se utiliza para justificar una postura defensiva contra la diversidad, el extranjero y el tráfico de drogas, configurando así un proyecto que apuesta por la homogeneización social y reduce la ciudadanía a sus categorías más restrictivas.La estrategia trumpista es multidimensional: En política migratoria, planea redefinir completamente las amenazas transfronterizas mediante la criminalización sistemática de los flujos migratorios. La frontera Sur se convertirá en un espacio de militarización permanente, con los cárteles mexicanos catalogados como organizaciones terroristas y un despliegue sin precedentes de fuerzas armadas. Para México, estas políticas representan un escenario de alta vulnerabilidad. La dependencia económica, combinada con la presión migratoria y de seguridad, van a determinar en buena medida la agenda de nuestro Gobierno. Las deportaciones masivas, la reducción de remesas y la posible intervención en temas de seguridad configuran un horizonte de incertidumbre.En el ámbito económico, los aranceles se transformarán en una herramienta de presión. México, cuya economía depende en un 80% del comercio con Estados Unidos, será el principal blanco de estas políticas y, llegado el momento de renegociar el T-MEC, el vecino del Norte podría privilegiar el debilitamiento de China y desplazar los beneficios de la integración económica. Al interior de su territorio, Trump propone un modelo de Gobierno corporativo que reduce la administración pública a una lógica empresarial. Con Elon Musk al frente del nuevo Departamento de Eficiencia Gubernamental, busca simplificar trámites burocráticos y aplicar una racionalidad gerencial que privilegia la eficiencia sobre la inclusión y los programas sociales. La presencia de magnates tecnológicos como Mark Zuckerberg, Jeff Bezos, Sam Altman y Tim Cook en su investidura simboliza una nueva forma de poder e influencia del sector privado en el ámbito público. Estas corporaciones no son simples empresas, sino verdaderos aparatos de Gobierno paralelos con capacidad para moldear percepciones, comportamientos económicos y dinámicas sociales con presencia en nuestros celulares inteligentes.La investidura no es un inicio, es una continuación de un proyecto de refundación nacional. Trump no busca gobernar dentro de los marcos institucionales tradicionales, busca transformarlos radicalmente. Su mensaje es claro: Estados Unidos volverá a ser grande, cueste lo que cueste, utilizando cada herramienta disponible -económica, militar, mediática y simbólica-. En conclusión, estamos ante más que un cambio de Gobierno. Es un proyecto de reconfiguración de las variables internacionales, con Estados Unidos como eje de una nueva geopolítica basada en la confrontación y la restauración de un modelo de poder con características imperialistas.