Una vez materializadas las reformas morenistas, especialmente la que pone fin a la independencia judicial, habrá terminado la democracia constitucional mexicana. Sin embargo, la parte democrática de nuestra democracia constitucional aún vivirá, aunque muy debilitada. No todo está perdido.México no va rumbo a una dictadura, pero sí rumbo a un despotismo. No rumbo a la concentración absoluta de poder en una persona u organización, pero sí rumbo a un régimen donde el poder crecientemente se sirve de las leyes e instituciones: la inclusión del concepto de “supremacía constitucional”, la desaparición o cooptación de organismos autónomos como el INAI y la CNDH, y la conversión del Poder Judicial, de uno independiente a uno clientelar, son solo algunos ejemplos. Sin embargo, a pesar de que el INE y el Tribunal Electoral están también crecientemente cooptados, seguirá habiendo elecciones en el país. Y tres factores apuntan a que aún habrá oportunidades para la oposición política, y la democracia mexicana.Primero, nuestra historia democrática. Desde la alternancia en el poder en el año 2000, ningún partido ha tenido aseguradas victorias electorales constantes. Es decir, más temprano que tarde, hay alternancia política en los tres niveles de gobierno. Segundo, muchos movimientos populistas han perdido elecciones en el mundo. Es el caso de Bolsonaro en Brasil, el Partido de la Ley y la Justicia en Polonia, y el Partido Popular Indio. Tercero, los funcionarios de casilla en México seguirán siendo ciudadanos de a pie. Ciertamente, una mayoría de consejeros electorales en el INE, y de magistrados electorales en el Tribunal Electoral, siguen instrucciones de Palacio Nacional. Sin embargo, es la ciudadanía mexicana la que finalmente lleva a cabo el conteo de votos.El problema fundamental, más profundo de nuestra democracia es el pesimismo ciudadano en torno a la democracia. Y existe debido a que los mexicanos no se sienten representados en lo que es, en teoría, una democracia representativa. Dos son los síntomas que podemos ver en torno a este pesimismo colectivo. El primero, un dato revelador de Latinobarómetro 2023: “México sufre una pérdida de apoyo a la democracia entre 2020 y 2023 desde el 43% al 35%... otro tercio es indiferente por el tipo de régimen (28%) y el otro tercio apoya una opción autoritaria (33%)”. El segundo síntoma es la desconfianza en las instituciones: las tres instituciones que gozan de menor confianza en México son los partidos políticos (28% confía), las Cámaras de Diputados y Senadores (34%), y los policías (37%). Es decir: no me siento representado, la democracia no resuelve mis problemas, desconfío de las instituciones públicas del país.“El credo democrático consiste en la creencia de que los ciudadanos comunes pueden influir en la vida política”, escribió el politólogo de la Universidad de Viena, Veith Selk. Ese credo democrático se violó, lo que explica la llegada al poder del populismo morenista. Sin embargo, aún tenemos resquicios democráticos en nuestro nuevo régimen despótico. Si queremos recuperar nuestra democracia constitucional, los síntomas colectivos más profundos de descontento deben ser atendidos por la oposición, rumbo a 2027.