Viernes, 26 de Abril 2024

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Ayuno de redes sociales

Por: Jonathan Lomelí

Ayuno de redes sociales

Ayuno de redes sociales

Hace unas semanas abandoné las redes sociales. Sólo ingreso a Twitter, Facebook e Instagram 15 minutos cada mañana -reloj en mano- para compartir esta columna.

Ha sido menos difícil y más satisfactorio de lo que imaginé. Desinstalé las aplicaciones del celular y cerré sesión en la computadora. Para lidiar con la abstinencia inicié una bitácora, al estilo de un Crusoe en una isla desierta. Transcribo algunos apuntes porque creo que comunican mejor mi experiencia.

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Preparé una ensalada. Una pequeña Babel redondeada de hortalizas y fresas. Cuando la terminé, instintivamente levanté el celular para hacerle una foto para Instagram. No tenía sentido. La observé fijamente un rato. No es exacta la idea, pero le dije a la ensalada algo como: “Aquí estamos, solos, tú y yo”. Definición: momento extrañamente presente.

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Leo en la silla con el respaldo hacia atrás y los pies descalzos sobre la cama. Segismundo, mi gato, se echa a mis pies y comienza a acariciarlos. Gira boca arriba, da pataditas, araña, cosquillea y agarra a lengüetazos la planta de mis pies. Suelto la risa. Quiero tomar el celular, alzarlo y con una foto denunciar ante todos: “¡ey, esto está ocurriendo!”.

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Acudí a mi primera clase de yoga y nadie se enteró. Tras unos saludos al Sol, algunas cobras, unos saltamontes y lo que mi maestra Isabel llamó “posición del guerrero”, acabamos mirando la punta de nuestras narices por varios minutos.

Experiencia purificadora que defino así: dan ganas de “no beber alcohol” (qué sigue, Brahma, ¿el celibato?).

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Vi a Erik para comer en el mercado de Santa Tere con Doña Lupita (notable pescado empapelado con pulpo y camarón). Le conté que llevo varias semanas desconectado de las redes. Él ha pasado los últimos 8 años sin ninguna red social.

-Sólo no dejes que el silencio se convierta en pánico -dijo socarrón, y soltó una carcajada.

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El Triángulo de la Tristeza. En otro momento habría corrido a tuitear que vieran esa película. Tengo que guardarme esa emoción para mí, es decir, no salgo a vociferar: miren qué bien lo pasé o qué genial soy porque disfruté este drama de humor negro. Ver una película se convirtió en un acto individual y solitario: las risas, los pensamientos, las escenas y diálogos que me encantaron.

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Decidido. Mi próximo viaje lo haré sin conectarme al mundo virtual. Sin redes ni etiquetas de los lugares que visito o las experiencias que vivo. Nada que estorbe la experiencia real.

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Increíble. Mejoró mi sueño. Me he sentido menos cansado y ansioso. Contrario a lo que imaginé, me siento mejor informado sin redes sociales. Si es importante, un medio como El Informador terminará publicándolo en su portal. En verdad ignoramos hasta qué punto no necesitamos las redes.

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Videos y fotos tomadas con mi celular el último mes: dos. Una por error. De no ser por WhatsApp, el celular me parece un objeto cercano a la inutilidad.

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Título para un ensayo que no escribiré: “De la ignorancia selectiva o la habilidad para ser selectivamente ignorante”.

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Ayuno de redes sociales: altamente recomendable. Prueben un par de semanas al menos, no se arrepentirán, y me cuentan cómo les fue en jonathan.lomeli@informador.com.mx porque ya casi no reviso mis redes.

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P.D. Tomaré unos días de descanso la próxima semana. Nos leemos de regreso el lunes 15 de mayo.
 

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