Viernes, 29 de Marzo 2024
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“Busquen desde la cruz. Ahí van a ver los cuerpos”

Por: Isaack de Loza

“Busquen desde la cruz. Ahí van a ver los cuerpos”

“Busquen desde la cruz. Ahí van a ver los cuerpos”

La llamada anónima que permitió a la Fiscalía dar avances sobre la investigación de los siete jóvenes desaparecidos del Call Center en Zapopan fue breve y concisa.

“Busquen por donde está la Cruz. Ahí van a encontrar las bolsas”.

Colgaron.

La información concedida indicaba colonia y municipio: Mirador Potrero la Barranca, en Zapopan.

A partir de esto, las unidades de investigación de la Fiscalía se desplazaron al lugar y comenzaron a buscar la cruz. Pero no daban con ella.

Se acercaron a una señora. Le preguntaron por ésta y les respondió que ya la habían pasado en varias ocasiones, pero debían subir a un montículo para alcanzarla.

Una vez ahí, voltearon hacia abajo y dieron con las bolsas. Decenas de ellas. Más de 45.

Así comenzó el operativo.

El fiscal, Luis Joaquín Méndez, reconoció que fue gracias a esa llamada anónima como pudieron dar con los restos de quienes se presume que son los jóvenes que trabajaban en un call center de Zapopan.

Mucho antes de que llegaran las patrullas, los bomberos y el helicóptero, un señor que había subido a la cruz encontró una bolsa rasgada de la cual asomaba un pie.

Presumiblemente, desde ese sitio arrojaron a las víctimas. Pero una bolsa se quedó atorada con una piedra.

Desde la semana pasada, los familiares denunciaron la desaparición de Carlos Benjamín, los hermanos Itzel Abigail y Carlos David, Arturo Robles, Jesús Alfredo, Mayra Karina y Jorge. Su rostro hoy es conocido por prácticamente en todo el país y fuera de él. La noticia se colocó en los principales diarios de habla hispana.

En el manejo de la crisis, el gobernador Enrique Alfaro puso la primera línea: “Todos los elementos de los que disponemos hasta ahora indican que no se trataba de un call center, sino de un centro de operaciones de otra naturaleza”.

El discurso, que luego le ayudó a sostener la titular de la Secretaría de Seguridad Ciudadana del Gobierno federal, Rosa Icela Rodríguez, es que los jóvenes trabajaban en inmuebles disfrazados como call centers, pero en donde realmente se cometían fraudes contra ciudadanos de otros países.

Las familias, por supuesto, reaccionaron con molestia: que los encuentren primero; que se les acuse después.

En otro episodio de horror, de esos que escalan en proporción un día y otro también, el Gobierno de Jalisco confirmó la recuperación de 45 bolsas de plástico con “segmentos anatómicos” de ambos sexos, los cuales fueron envueltos en bolsas y arrojados desde un barrancón.

El sitio de rescate era tan complicado que, para recuperarlos, desde Fiscalía se pidió ayuda del helicóptero Zeus de la Policía de Guadalajara.

Esta barbarie que vive Jalisco, y que se trata de esconder en cifras que definitivamente no tienen impacto entre quienes vivimos aquí, tiene un colofón importante, pues el trato que se dará a estos cuerpos tiene altísima prioridad, un plus del que no se pueden jactar cientos de familias que, debido a la saturación en el Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses, tendrán que esperar hasta un año para despedirse con dignidad de un ser querido que simplemente “desapareció”.

Porque desde hace años, eso es lo que pasa en Jalisco: la gente desaparece y el corazón de sus familias, miles de ellas, se pulveriza. 

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