Viernes, 26 de Abril 2024

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Camino de la anarquía

Por: Eugenio Ruiz Orozco

Camino de la anarquía

Camino de la anarquía

En memoria de una mujer excepcional: Rosa María Ibarra Aztorga

Hace unos días, durante el encuentro de futbol entre los equipos Querétaro y Atlas de Guadalajara, sucedió algo que refleja el nivel de conflicto social al que estamos llegando, producto, entre otros factores, del clima de intolerancia alentado por quien tiene la obligación política y moral de propiciar el entendimiento entre mexicanos. ¡Bravo Presidente, logró su objetivo!

Finalmente, el discurso de hostilidad que ha propalado impunemente a lo largo de su vida (toma de carreteras, incendio de pozos petroleros, la avenida Reforma convertida en letrina, exaltación de la violencia y falta de respeto a la autoridad) ha rendido frutos. En la cuna de la Independencia y de la Constitución, hace unos días, no pelearon insurgentes contra realistas, ni liberales vs. conservadores, revolucionarios y reaccionarios, bueno, ni siquiera fifís contra chairos; se agredieron mexicanos que asistieron a un espectáculo público.

Podrá argumentarse que López Obrador no es culpable de los vergonzosos hechos que dieron la vuelta al mundo. Sin embargo, aceptando que el verdadero responsable del estado de cosas en el país es un sistema injusto y permisivo, no podrá negarse que el Presidente ha estimulado, en el nombre del pueblo, la rivalidad entre clases y las diferencias ideológicas. Los fabricantes de armas y los políticos no jalan el gatillo o lanzan las bombas genocidas. Los tiranos jamás aceptaran que el motor que los impulsa es su apetito de poder y no la injusticia, y siempre hablarán en nombre de la patria. En Ucrania, Putin no es el asesino directo; él no está en el frente de batalla, pero no puede evadir su responsabilidad por los cadáveres de niños, mujeres y hombres que se han estado enterrando en suelo ucraniano desde hace algunas semanas.

¡Cuidado! Estamos frente al precipicio. Nuestra percepción de la realidad ha sido deformada: hoy nada nos sorprende. Todos los días nos enteramos de la escalada de violencia en la que vivimos -los muertos de San José de Gracia, Tamazula, Autlán, Tonalá, Colima, Sonora, Quintana Roo, Michoacán y un largo etcétera-. Cada vez más, aceptamos como normales las tomas de carreteras, obstrucciones de vías férreas, el bloqueo de las avenidas en las principales ciudades y los ya incontables feminicidios. Estamos confundidos.

Es obvio que nuestras instituciones deben modificarse, pero eso no es posible profundizando nuestras diferencias. Para lograr las transformaciones que el país requiere, se necesita un proyecto de nación consensuado entre las distintas expresiones de la sociedad y como juramentó el Presidente, cumplir con la Constitución y las leyes que de ella emanan, así como conocimiento de la historia, visión estratégica, disciplina táctica, honestidad sin adjetivos, gobernar con los mejores, un profundo respeto por los otros, un amor infinito por México y confianza, toda la confianza de la sociedad.

Es imprescindible que cambiemos el chip. Vendrán tiempos mejores, pero los que se aproximan no lo son. Factores internos y externos se conjugan para dificultar nuestras vidas. Ya vivimos en la anarquía, no provoquemos el caos. Hoy más que nunca, deben prevalecer la prudencia y la concordia.

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