Lunes, 22 de Julio 2024

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Como ovejas sin pastor

Por: Alexander Zatyrka

Como ovejas sin pastor

Como ovejas sin pastor

Este domingo nos presenta el relato del retorno de los apóstoles después de haber realizado la misión que les confió el Señor de transmitir la Buena Noticia. Los apóstoles comparten con Jesús su experiencia. Él los invita a ir a un lugar solitario para descansar, pero cuando están navegando hacia un lugar apartado y tranquilo, la gente se da cuenta y llega antes que ellos.

Jesús contempla la multitud que les espera y se compadece de ellos. Percibe a la gente “como ovejas sin pastor”. Una oveja sin pastor tiene muy pocas posibilidades de sobrevivir. Nadie se preocupa de su suerte. No hay quien la conduzca a pastar o a beber, ni quien la proteja de los depredadores. Pero más allá de estas necesidades, el drama más grande es que no tiene a nadie que la ame.

Así vivía el pueblo sencillo que seguía a Jesús. Para las autoridades civiles y religiosas de la época, la gente pobre no valía más que la riqueza que le podían extraer. Y algunos ni eso. Retomando la expresión del Papa Francisco: eran los descartables. Lo peor es que, incluso, los habían llevado a creer que Dios también los consideraba descartables. Prevalecía una religión centrada en el culto a “objetos sagrados” a cargo de los profesionales del culto, olvidando que lo más sagrado de la Creación es el ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios. El pecado de Adán y Eva (preferir un objeto a una persona) se había institucionalizado.

La Buena Noticia, encarnada en el Señor Jesús, rescata a la gente de esa oscuridad y abandono. Para muchos, por primera vez alguien los trataba reconociendo su dignidad. Les dedicaba su tiempo y su atención, les hacía sentirse reconocidos, convalidados, amados.

Cuando el evangelio nos dice que Jesús “se puso a enseñarles muchas cosas”, desde luego que no habla de elevados discursos teológicos. Su mensaje central era la cercanía amorosa del Dios que nos ha llamado a la existencia para descubrir el amor que, partiendo de Él, suscita en nosotros ese mismo dinamismo para construir la comunión a través del amor compartido: “que sean uno, como tú y yo somos uno”, le pide Jesús al Padre en su oración de Juan 17, 22.

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