Viernes, 26 de Abril 2024

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Convidados al juego quieran o no

Por: Augusto Chacón

Convidados al juego quieran o no

Convidados al juego quieran o no

El gobierno del Estado y en algunos sexenios uno o dos de sus secretarios, alguna secretaria; de los municipios, Guadalajara y Zapopan, sus alcaldes; de pronto, en los tiempos de un presidencialismo menos feroz, algún delegado federal; de manera menos visible pero perceptible, los comandantes de las regiones militares; algún obispo, los cardenales; hace no tanto, los representantes de la iglesia la Luz del Mundo; un medio de comunicación o tres, sus dueños, y organismos empresariales, según quien los presidiera; muy antes, qué tiempos aquéllos, el presidente del partido de oposición que era indispensable para cierto equilibrio y párele de contar, no, perdón, vaya omisión, al nivel del gobierno del Estado, la Universidad de Guadalajara, su rector general y quien desde los años ochenta del siglo pasado es brújula y viento de la nave universitaria. El poder político en Jalisco así resumido, además de las repentinas incursiones de otros agentes y desde hace veinte o treinta años los líderes de bandas del crimen organizado que tienen su influencia, cómo no, y que se ponga a girar la arbitraria perinola: toma uno, pon dos, todos ponen, toma dos, pon uno, toma todo.

La cosa funcionó, sólo para efectos de los acuerdos cupulares, buena parte del siglo XX y el vuelo duró algunos años después; luego, bueno, la democracia, una noción peculiar de ella; la emergente sociedad civil y sus secuela: la ciudadanización de las instituciones, una noción peculiar de ella; los derechos humanos, la transparencia, la libertad de expresión ampliada, la globalización, los imperativos medioambientales, las luchas de género, la dilución o resignificación de la idea de soberanía y el laberinto por el que todo lo anterior y lo previo tuvieron fatalmente que correr, hecho de las sucesivas crisis económicas que fueron consecuencia, en buena medida, de la corrupción y de las continuadas crisis políticas, retratadas en el talante deportivo de las elecciones, en las que sólo quedan ganadores, perdedores y la revancha por venir, sin matices, y en la Constitución de la República, patrimonio para desfigurar del sexenio en turno, con reflejos en los estados.

En el ámbito de los detalles, los nuevos -pero- viejos arreglos políticos constriñeron la perinola: ahora cae en la cara “todos ponen” e inmediatamente al que la hace girar le toca, es infalible, “toma todo”. Pero resulta que el presupuesto es finito, que la nómina que se paga con el erario tiene cupo limitado, que alzarse con el triunfo en los comicios es muy costoso (relativamente para cada posición en disputa), que el escrutinio público sí llega a ser molesto para gobernar, según los estándares mexicanos, y lo más incómodo e inútil para quien en determinado periodo rige y para las y los que componen la clase política: todo lo que no se hizo, que no se atendió antes de que tuvieran la clave de la bóveda, ahora reclama, así tal cual: reclama atención, no sólo política, es decir, en los discursos, también presupuestal. Un listado simple, sin valerse de la pila de diagnósticos formales: el sistema de justicia entero, del policía municipal a los ministerios públicos, jueces, magistrados y ministros de la Corte, con su más destacado símbolo, el que cotidianamente nos recuerda todo aquello de lo que el sistema carece, la inseguridad pública; la infraestructura faltante, carreteras, puertos, aeropuertos, para la comunicación, para el abasto y tratamiento del agua; la pobreza y la desigualdad; el sistema de salud, el de educación, el tributario; los servicios públicos elementales… En fin, que de dónde quieren que alcance, tanto el dinero como esos recursos que los políticos colocan en la penumbra, cuando los hay, los éticos e intelectuales. Como bien podría decir Maquiavelo a su Príncipe (léase presidente, gobernador, alcalde, mujeres y hombres): que no inventen, amo, lo primero, si no es que lo único, son tus proyectos ¿o para que se obtiene el poder? Hazles sentir el dominio de la pirinola.

Lo hasta aquí dicho se revela en un hecho simple en su enunciación, complejo en su interpretación: a ver, qué quieren, hospital o museo; sin que sea menester precisar que se refieren a un avance para el hospital, no hospital aún, y a una aportación para el museo, no museo aún. Válgame, comienzan las y los jaliscienses a esculcarse en los bolsillos, de dónde sacamos, y si no hay, ni hablar, elegimos hospital, aunque no será hospital aún, y hay que obtener lo que se precisa del cajón que esté al alcance. Podemos entrar a revisar las relaciones esbozadas en el párrafo inaugural: el gobernador y la UdeG, tan quebrantado el vínculo que era imprescindible evidenciar la rotura restando una cantidad menor -para las arcas estatales- de la universidad pública y proponer un dilema que en primera instancia hace guiños a la siempre vivaz especulación política, pero una vez pasada la acritud de los comentarios en la opinión pública y la multiplicación de los análisis, persiste un regusto depresivo, al contemplar así, inopinadamente, la pobreza, en sus diversas presentaciones, del estado libre y soberano de Jalisco.

Pero contengamos el tan socorrido maniqueísmo, no es un duelo entre buenos y malos. Quien ahora puede tomar decisiones fulminantes no se convirtió en malo y su contrincante no se untó la piel de oveja para la eternidad y, como nos gusta exclamar a los mexicanos, pobrecita; el juego que nos llevó a atisbar desde qué tan hondo debemos bregar para salir a la superficie en la que la gente podrá tener atención médica universal y también acceso a una educación acorde al siglo que habita, tiene reglas que sirven para que inopinadamente unos se calen el laurel de victoria, luego los otros, y asimismo contienen la posibilidad de que quienes hoy se hostilizan mañana se abracen. Nomás algo queda siempre en calidad de inmutable, la miseria política expresada en esa cara terrible de la perinola: todos, menos ellos, ponen.

agustino20@gmail.com

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